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¿Te imaginas la casita de caramelo de Hansel y Gretel en mitad del Passeig de Gràcia en Barcelona? Pues existe una homóloga en el número 43 de la misma calle, sus formas y colores te harán zambullirte en un mundo de sueños.

La simbología, la naturaleza y la fantasía de Gaudí, del genial arquitecto del Camp de Tarragona, se cristalizaron formando la Casa Batlló. Una restauración a principios del siglo XX sobre un inmueble ya existente, que el tarraconense supo renovar con un aire orgánico y multicolor.

Las estancias de la casa

A. Vestíbulo

La entrada al interior de la planta principal nos envuelve con superficies bulbosas modeladas como si de una cueva se tratase. Estas formas en relieve son el soporte por donde se desliza la luz cálida y suave produciendo zonas de penumbra sutiles a la par que misteriosas. Asimismo, nada más atravesar la puerta de la vivienda nos encontramos con una escalera a modo de columna vertebral de algún monstruo imaginario (tal vez se trate de la cola del dragón que corona el inmueble). Esta sostiene una barandilla de madera totalmente ergonómica, adaptada a la mano, montada sobre una estructura metálica unida mediante remaches.

B. Despacho del Señor Batlló

La zona de trabajo del cabeza de familia de Los Batlló –dueños del edificio– estaba compuesta por una chimenea incrustada en el muro con una capacidad para tres asientos. Según cuenta la leyenda, dos para los jóvenes enamorados y otro más para la carabina, mujer inquisidora que vigilaba el exceso de pasión de la pareja.

chimenea

C. Salón principal

Muy amplio e increíblemente diáfano gracias a su ventanal orientado hacia el Este desde donde se puede otear de una manera panorámica el Passeig de Gràcia.

La carpintería está realizada con formas orgánicas abombadas y coronadas con vitrales emplomados, llenos de círculos y otras formas geométricas.

El techo con forma de vórtice marino está modelado con escayola y tejido de cañizos, y constriñe el espacio helicoidalmente. Dicha hélice concentra una lámpara inspirada en un cardo elaborado en forja y vidrio. Todo el conjunto superior del techo nos transporta a un mundo subacuático, agitándose en su superficie.

El suelo realizado en parquet cuadrado dota a la dependencia de una calidez que es reforzada por los elementos de ebanistería.

Aire acondicionado a principios de siglo

Todas las estancias están dotadas de un sistema de ventilación en la parte inferior de las puertas y ventanas. Además, como añadido de grandes habitaciones ventiladas, el espacio del salón puede articularse de manera que cerrando unas puertas a modo de biombo se crean lugares aparentemente independientes; por el contrario, cuando se abren resulta una unidad, lo que confiere a la estancia de una gran ventilación y luminosidad.

D. Terraza

Desde el comedor podemos acceder a un amplio patio propio del modernismo catalán, ya que dichas estancias barcelonesas se configuraban de igual manera, siendo el espacio típico de una planta principal de cualquier inmueble de l’Eixample. La terraza de la casa quedaba pavimentada con baldosas cerámicas que forman ribetes de mosaico.

terraza

Si miramos directamente al frente, hallamos un macetero parabólico empotrado en el muro del patio. La textura de estos está realizada en trencadís –cascotes reciclados de edificios demolidos, cerámicas y trozos de vidrio triturados y aglutinados con mortero de cal–.

La terraza cercada por una valla forjada en acero, alterna apariencia de redes de pesca con elementos vegetales punzantes. Gaudí diseñó también una pérgola catenaria de madera, que cubría gran parte del patio central para la época de más calor.

E. Patio de luces

Pero el espacio que causa más impacto en la Casa Batlló –la joya de la corona– es sin lugar a dudas el patio interior del inmueble. Un sector convertido en uno tras la reforma realizada por el arquitecto catalán -ya que las casas de l’Eixample habitualmente poseen dos patios- y que te teletransporta a un mundo realmente mágico y acuático.

Sus paredes recubiertas de cerámica vidriada con esmaltes azules de diferentes tonalidades, causan en el visitante un sentimiento de profundidad marina. Los tonos van desde el azul más claro en la parte más baja, hasta un azul cobalto saturado en lo más alto del patio. Gaudí se aseguró con este efecto que la luz entrara por igual en todos los pisos, los más bajos necesitarían unos esmaltes más claros al contrario que los pisos más elevados.

patio

patio_2

Además, a lo largo de toda la escalera que recorre el patio interior, el artífice de lo que hoy es la Sagrada Familia colocó unos cristales con aguas que distorsionan la visión si se mira a través de ellos. Esto añadido al ambiente naval propiciado por el color azul y las redes a modo de barandilla de las ventanas, generan un sentimiento en el observador de relajación propio del mundo submarino.

Desván con arcos parabólicos

La candidez y minimalismo constructivo de la parte más superior del edificio, recuerdan el costillar interno de un gran cetáceo. A ambos lados de sus pasillos abovedados encontramos paredes perforadas a modo de bránqueas filtrando una luz muy cálida y suave que resbala por los intradós de los arcos catenarios. El suelo está pavimentado con baldosa hidráulica de motivos florales.

El visitante al entrar en el desván experimentará una sensación tanto de pureza como de amplitud, gracias al encalado de la cubierta y su juego de arcadas.

Cubierta

La cubierta catalana –el tejado– con suelo plano de terracota alberga un conjunto de chimeneas, cuyos perfiles recuerdan el crecimiento sinuoso de ciertos hongos. Estas están revestidas de trencadís de múltiples colores con imágenes de flores y otras estructuras poligonales.

En el centro de la cubierta encontramos la claraboya del patio de luces cuya pasarela está decorada con hidráulicos. Sobre la cornisa del alzado principal del inmueble se deja caer cual cascada la piel escamosa de un fantástico dragón de variopintos colores, que evoca la leyenda del temido reptil luchando con Sant Jordi (dicho personaje es también relevante en Catalunya, ya que el 23 de abril con motivo del Día del Libro, se petrifica la leyenda del dragón y la rosa; de la sangre del dragón surgió una rosa que el caballero -Sant Jordi- regaló a su princesa).cubierta

Encajada en la fachada se encuentra una cruz de cuatro brazos que simula la empuñadura del sable del Santo, ensartada en la piel del saurio.

En definitiva, una casa que cumple los sueños de cualquiera. Ese fue uno de los deseos del señor Batlló para sus hijos, los más pequeños de la familia, cuando se decidió transformar el inmueble. Unos querían dragones, otros princesas, otros un bosque, otros un mundo submarino… y el genial arquitecto del modernismo lo consiguió.

Gaudí logró llegar a los corazones de cada uno de los inquilinos del edificio del número 43 del Passeig de Gràcia. Sin embargo, su cometido no quedó solo en esa época, su ingenio ha crecido década tras década y hoy sigue penetrando en lo más profundo de la fantasía de cada uno de las personas que visitan la casa.

¿Quién diría que en medio de Barcelona podrías disfrutar de un mundo submarino y de un dragón en lo más alto de una casa? No es una alucinación, es hacer volar la imaginación. ¿Te atreves?

Gracias, maestro.

© Ilustración: Carlos García Rubio.


Agradecimiento:

Casa BatllóGracias a WePlann por el patrocinio de esta actividad y a la Casa Batlló por la referencia de este contenido en su web:

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