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tarraco viva gladiador

Agradecimientos:

 

Seguro que a lo largo de tu vida has ido al cine a ver películas como Gladiator, o has visto reposiciones de clásicos como Ben-Hur, Espartaco, Cleopatra… celuloides que nunca han dejado indiferente al espectador bien por su grandiosa producción, efectos especiales y actores protagonistas. Pero, ¿alguna vez pensaste en el trabajo de documentación e historia que se había realizado para llevarlas a cabo?

En algunas de ellas, por desgracia, ha primado en muchas ocasiones más el espectáculo en la pantalla que la historia real. Basta con escuchar a historiadores y especialistas que recrean la época romana y egipcia para entender que detalles como un pulgar hacia abajo en realidad no significaba muerte, y que las mujeres también formaban parte del gremio de los gladiadores.

Detalles como estos son los que se explican cada año durante el desarrollo del festival Tarraco Viva, en Tarragona, la última semana del mes de mayo. Las calles de la antigua ciudad romana albergan diversas actividades y representaciones históricas del periodo grecorromano en las que prima más lo didáctico que el espectáculo en sí mismo. Fuentes de la organización nos lo dejan muy claro nada más aterrizar en Tarraco, «es un festival donde se recrea la indumentaria real y la vida cotidiana, la gente que viene a verlo es porque realmente le interesa la historia». No veremos disfraces, veremos escenas muy reales documentadas en hallazgos arqueológicos.

Así que nos centramos en dos ejemplos claros. El primero será la lucha de gladiadores en el anfiteatro y el segundo el proceso de momificación egipcio.


La realidad de la munera gladiatoria

Según las evidencias arqueológicas hasta la fecha, la munera gladiatoria se origina probablemente en la región campana (Campania) de Italia, con la tribu de los Samnitas. Este rito de sacrificios humanos utilizaba prisioneros de guerra y esclavos, y se realizaba al pie de la pira funeraria de grandes personalidades de la época. Las palabra munera en latín significa regalo y gladius era un tipo de espada corta que daba nombre a los guerreros, que batallaban en la arena de los anfiteatros.

El ritual funerario samnita fue absorbido por la cultura romana, donde quedó banalizado y relegado a un espectáculo sangriento muy popular. Hay que aclarar que no toda persona armada con una espada era un gladiador. Los gladiadores eran profesionales entrenados y alimentados por los lanistas (empresarios) para pelear en la arena, los cuales contaban con el privilegio de comer tres veces al día, tenían la medicina a su servicio y hasta masajistas que reparaban muscularmente los cuerpos magullados de los luchadores.

Por tanto la idea a tomar sobre estos contendientes, es que ante la evidente peligrosidad a la que estaban sujetos los gladiadores en sus enfrentamientos diarios, no siempre la lucha era mortal. ¿Interesaría a día de hoy que una superestrella del mundo del fútbol, generadora de millones de euros, se lastimara en exceso o muriese en el terreno de juego?

Gladiador, esperando su turno para la lucha (recreación)

Por lo tanto era muy costoso mantener a un grupo de gladiadores, como para echar a perderlo en una mala batalla, y mucho menos si el valor de su alquiler en unos juegos gladiatorios era más bajo que su valor como luchador.

El escritor Séneca narraba las sangrías que se sucedían en los diferentes espectáculos, acaecidos en los anfiteatros desde primera hora de la mañana hasta la batalla de gladiadores por la tarde. Y a pesar de que los espectadores ansiaran ver sangre, estos eran saciados con las ejecuciones públicas de los reos y la lucha entre animales salvajes.

anfiteatro tarragona
Anfiteatro de Tarragona

El gladiador en la arena

Estamos en el anfiteatro de Tarraco, los antepechos de las gradas están adornados con banderolas escritas en latín. Vemos guirnaldas por doquier. La gente ya va tomando sus localidades y se palpa el nerviosismo latente antes de que empiece la función bélica.

Darío Batalla, el personaje que encarna el papel de juez de los juegos, speaker y presidente del grupo de reconstrucción del instituto ARS DIMICANDI, sale a la arena dirigiéndose al público.

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De izquierda a derecha: juez, secutor, retiario y murmillo

Desde la altura de la cávea, nos zambullimos en una época pretérita ambientada por la puesta en escena de los actores y actrices que realizarán el espectáculo más el entorno arquitectónico único.

El juez nos explica que la gladiatura romana no fue como la han enseñado en las películas, cuya falta rigor histórico y documental han distorsionado la realidad. Añade que desmentirá muchos tópicos que no tiene nada que ver con el contexto literario y arqueológico estudiado hasta nuestros días.

gladiador

Nos presenta las parejas más comunes en la batalla, junto con su panoplia gladiatoria (armas y armaduras). Poco a poco sale la procesión de variopintos gladiadores con sus refulgentes cascos y protecciones de cuero, fieles reproducciones realizadas con los materiales y maneras de antaño. Vemos a una pareja de mujeres, que también en la antigüedad empuñaban el acero, y se enfundaban en esas protecciones tan engorrosas para poder ganarse la vida, con toda seguridad.

«El juez nos explica que la gladiatura romana no fue como la han enseñado en las películas, cuya falta rigor histórico y documental han distorsionado la realidad.»


El maestro de ceremonias narra también que existían unas normas, que debían acatar los contendientes. Los gladiadores eran una familia y se respetaban, aunque supieran que tendrían que luchar entre sus compañeros y probablemente morir.

Cuando un contrincante estocaba o cortaba la piel de otro gladiador, el juez paraba la pelea, y preguntaba al público si era adecuado reanudar la lucha, dando así otra oportunidad al herido. A pesar de que los actores y actrices desempeñan su papel, se lo toman tan en serio que muchas veces se lastiman el cuerpo hasta el punto de sangrar. Después de la escenificación vemos a un par de gladiadores fundiéndose en un gran abrazo tras el momento de adrenalina competitiva que les ciega en la batalla.

Cabe destacar que los romanos puritanos eran más partidarios de un espectáculo bello en cuanto a estrategias y movimientos que a una mera carnicería. Eso sí los cuerpos de los gladiadores no solían ser torsos apolíneamente fibrosos, sino, robustos y con una capa de grasa suficiente para no sufrir heridas muy aparatosas cuando eran alcanzados por el filo del arma contraria. Los cortes sangrantes eran el espectáculo real, no la matanza indiscriminada de gladiadores según narra el libro Gladiador, de Ricardo Cagigal.

Vivir o morir: una decisión del público

Transportados paulatinamente dos milenios hasta la próspera Tarraco, sentimos el aliento y alboroto de un público entregado a la gladiatura que jalean a favor o en contra de sendos luchadores.

Cuando la batalla no era estética o del gusto del espectador, este se enojaba y pedía la muerte de algún gladiador por inepto en la lucha. Si uno de ellos caía exhausto o herido, el juez paraba el juego y pedía el veredicto de los espectadores que ya lo tenían resuelto a juzgar por los movimientos en la arena.

Para pedir misericordia por el vencido, el público enseñaba el puño con el pulgar oculto. Si consideraban que debía de morir, estiraban el pulgar abriendo la palma de la mano con los dedos pegados, puesto que la primera opción simbolizaba la daga sacrificial envainada (tinctorium), mientras que la segunda emulaba una daga desenvainada. Es decir a punto de matar.

El momento de la muerte

Cuando el público elegía la muerte de un gladiador, este se arrodillaba y se colocaba en posición. El juez daba una daga de bronce ritual al ganador y este la colocaba en el hueco del cinturón escapular de la víctima cerca del cuello, a continuación la víctima ayudaba a clavársela, poniendo fin así a su vida.

gladiador

Viendo el espectáculo violento —a la par que trágico— con algunos momentos de acción excitante, terminamos reflexionando sobre el valor de la vida de las personas que entretenían al público luchando entre sí. No tenemos heridas en nuestra piel, como muestran los actores/gladiadores que acabamos de ver en la arena del anfiteatro de Tarragona, pero nos hacemos una idea muy real de lo que significaba ser gladiador/a hace miles de años.


➡️  Ver más:

Lección de historia sin libros (II): la momificación en Egipto

Lección de historia sin libros (III): oficios (re)encarnados


¿Dónde degustar una comida inspirada en la cocina romana?

Gracias a la iniciativa Tàrraco a taula (Tarraco a la mesa), una semana antes y durante la celebración del festival, se puede disfrutar de diferentes platos elaborados con ingredientes de la época grecorromana. Uno de ellos es el Restaurante Entrecopes en la calle dels Cavallers, 12, 43003 Tarragona y su menú consta de:

1. Gustatio (Entrantes)
Tostada de moluscos, paté de oliva, anchoa y orégano fresco.
Ensalada de raíz de apio con requesón, espárragos, manzana al horno con miel y frutos secos con aceite de oliva de tomillo.
2. Prima mensa (Segundo plato)
Sardines y cebolla tierna asadas con garum* sobre pan romano de oliva negra.
Cochinillo confitado con especias y tostado con membrillo al vino estilo mulsum (vino especiado con miel y canela).
3. Secunda mensa (Postre)
Puding carteginés con queso, huevos y miel

* Garum: salsa de pescado preparada con vísceras fermentadas de pescado que era considerada por los habitantes de la Antigua Roma como un alimento afrodisíaco.

Nota: si tienes problemas de alérgenos, no te preocupes, el dueño de Entrecopes, Jordi, cuenta con ello, su primera frase tras dejar el menú en la mesa es «¿cómo vamos de alergias?», todo un detalle que muchos deberían empezar a copiar desde ya.

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