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sostenible

En los corrillos previos al evento ya se palpaba en el ambiente. El tema del turismo sostenible daría que hablar. Todos teníamos ejemplos de experiencias donde, de una u otra manera, habíamos dejado una huella ecológica y una cultural en el destino visitado. Así que el seminario organizado por la aerolínea KLM en Barcelona, bajo el hashtag #KLMVuelaSostenible, serviría para mucho más que para publicar unos cuantos tweets y colgar fotos en Instagram.

Días previos al seminario, la compañía holandesa ya había presentado a la prensa todas las acciones a favor del medioambiente que llevaban a cabo desde hacía años: plantaciones de árboles por cada billete emitido, el uso del biocombustible, café procedente de agricultura sostenible, utilización de tablets en lugar de papel dentro de las aeronaves, etc. Y una vieja fábrica de harinas, en el barrio barcelonés de Poblenou, sería el lugar donde se desarrollarían los actos. Un espacio que la aerolínea había bautizado como #KLMHouse.

Hechas las presentaciones previas, y con el estómago algo lleno tras el cátering, ya estábamos listos para empezar a escuchar los temas y opiniones que cada blogger, periodista y experto en turismo traía. #KLMVuelaSostenible despegaba.

Conciencia colectiva: nuestro rastro en la ecología

El plástico que vertemos en el mar, la comida que dejamos en los platos, lugares naturales ya masificados… fueron parte de los conceptos que se fueron desarrollando en cada ponencia a título personal. Julia del Olmo, autora de Camino Salvaje, nos explicaba que «el 79% de los residuos terminan en el mar y que «15.000 partículas de microplásticos habitan en nuestro organismo», a la vez que nos daba una serie de consejos para retirar el plástico de nuestro día a día: jabones, pajitas de acero inoxidable, cepillos de bambú… Fue incisiva en tomar medidas en nuestro día a día, para que luego en los viajes fuera más fácil tener la actitud. Se notaba que en unos meses sería mamá, la preocupación por lo que viviría su próximo retoño ya la acechaba. Y es que, en verdad, ¿qué sentido tiene aplicar estas medidas sólo cuando viajas si el resto del año no lo haces en tu casa?

Un joven Sergio Otegui, de Nada Incluido, ponía diferentes ejemplos sobre lugares en donde la basura ya forma parte del paisaje. Algunas zonas de Bocas del Toro, en Panamá, está entre ellos. «Hay basura en las playas y el sistema de residuos es diferente», exponía, añadiendo que «el camino está pero tenemos que concienciarnos entre todos». Y Gema Santiago (Divinos sabores) nos hablaba de cómo evitar esos residuos alimenticios cuando comemos, «si durante el viaje no te vas a llevar a casa las sobras, puedes dárselo a gente sin recursos», matizaba.

Esto en lo que se refiere a la utilización de los plásticos y la gestión de las basuras. Pero, ¿qué podemos hacer con los destinos naturales que ya están desbordados de gente? Mónica Ferreiro, de El Viaje de Sofi, lo tenía claro. «Pero qué destino no está masificado, si no masificamos uno se masificará otro», explicaba, mientras el león que llevaba estampado en su camiseta nos quisiera decir algo más sobre el medioambiente. La blogger, junto a su pareja Miguel Santamarina que hablaba de greenwashing (en cuanto al control de determinadas empresas turísticas que presumen de ser verdes), se sinceraba con que parte de la culpa de cómo está el sector de los viajes y de cómo vendemos los lugares a través de internet, la tenemos los que nos dedicamos a esto. «Todos somos unos yonkis de las redes sociales, somos unos grandes depredadores, y colonizadores (…) yo he estado, he ido, y que cutre eres tú que no has estado», rezaba en la mesa redonda a modo de crítica. Y no le quitamos razón, ya que durante toda la jornada raro era el que no hablaba de los países que había visitado —a veces con ejemplos forzados—, dejando muy claro las veces que había vuelto como si de una mera competición de egos se tratara.

Los españoles somos pícaros, pero luego nos quejamos de cómo está el planeta…
entonces, ¿somos cínicos?

Y es que parece que estamos en el país del presumir y de la picaresca, cuando en realidad nos debería de preocupar más cómo de sostenibles son nuestros viajes. Sara Terrones, de Viajar lo Cura Todo, ofrecía una serie de ejemplos en este sentido cuando exponía su discurso sobre poner medidas en zonas naturales para limitar las visitas, y «poner puertas al campo»: medidas de cupos (pedir permiso con antelación como en la playa de las Catedrales o en el pico del Teide), medidas de pago («casualmente son todas de Cataluña»), o cerrar ciertas playas de Filipinas y Tailandia por la basura acumulada. Ella lo dejaba muy claro, «estamos en el país del más listo, yo soy más listo que nadie», aludiendo a la picardía típica española de para qué voy a pagar si seguro que hay una forma de colarme. Luego nos quejaremos de si se deterioran ciertos emplazamientos y de si hay mucha gente en un determinado lugar.

También existe la posibilidad de viajar eligiendo una «economía colaborativa», exponía Mar Villalba de Mi ruta Responsable. Porque no todo es comportarse de una manera sostenible en un viaje, sino también apostar por «un alojamiento donde se respeten los derechos de los trabajadores, viajar en pequeños grupos, conocer a las personas, y no sumar solo kilómetros». O elegir empresas que apuesten por medidas ecológicas como la geotermia, tal y como explicaba en su discurso María Jesús autora de Tus Destinos sobre un complejo hotelero emplazado cerca de París (al que esta crónica-reflexión no le hará publicidad).

«Todos somos unos yonkis de las redes sociales, somos unos grandes depredadores, y colonizadores (…) yo he estado, he ido, y que cutre eres tú que no has estado», rezaba Mónica Ferreiro en la mesa redonda a modo de crítica. Y no le quitamos razón, ya que durante toda la jornada raro era el que no hablaba de los países que había visitado —a veces con ejemplos forzados—, dejando muy claro las veces que había vuelto como si de una mera competición de egos se tratara.

¡Hola! empresas del sector: la huella cultural también existe

Sin embargo, no sólo de ecología vive el hombre para intentar salvar el planeta. Está claro que lo que muchas empresas del sector están haciendo en este sentido es un gran paso, pero no debemos olvidar que cuando viajamos también dejamos una huella cultural en el lugar que visitamos. Lo que viene siendo colonizar con nuestras propias ideas y costumbres, dejando fuera de la jugada el respeto y la educación hacia lo que es diferente a lo nuestro. Aunque, por desgracia, según nuestra propia experiencia, en muchas de las ferias del sector se sigue ignorando esa huella cultural y se apuesta sólo y exclusivamente por la ecología en lo que a turismo sostenible se refiere, o peor aún, en el turismo de sol y playa sin que tenga ningún valor añadido el viaje en sí. Habrá que seguir haciendo pedagogía para evitar escuchar comentarios tipo «es que no entienden que estamos de vacaciones, hace mucho calor como para taparme y entrar al templo, o estoy harto de comer arroz», oído en diversos países.

Aunque no hace falta viajar muy lejos para observar esta clase de comportamientos indecorosos y nada deseables para cualquier turista-viajero que se precie, y que se quiera hacer llamar así. Uno de los mundos que más sufre este turismo masificado e invasivo, culturalmente hablando, es el rural. «Utilizar el sentido común y ver sitios alternativos» son algunas de las medidas que exponía el burgalés Abilio Estefania (El Lío de Abi), al inicio de la segunda mesa redonda del seminario. Se le veía emocionado y orgulloso contando con gran cariño todo lo referente a su comarca, como si no quisiera que nadie más lo estropeara. Una emoción que lograba trasladar a todo el público cuando cerraba su discurso con más medidas sostenibles como «hacerte colegas de los paisanos y madrugar» para visitar los pueblos que se ponen de moda, encontrar espacios donde no muchos llegan, y hacer como los indios, «no dejar nunca huella y si se hace dejarlo en el corazón de las personas».

A Carmelo Caballero, la mitad del equipo de Donde Vamos Eva, también se le iluminaban los ojos cuando hablaba de su último viaje a Gambia. «Esto es lo que te llega, la sonrisa de los niños», narraba mientras señalaba el vídeo que había preparado para la jornada. Uno de los consejos que recomendaba era «evitar comprar cosas de plástico que vienen de otros lados» y recurrir a los «mercados locales porque el dinero va a los productores y no hay intermediarios». Medidas que si se llevaran a cabo en muchos de los lugares, sobre todo en los países africanos, quizás las sociedades poco a poco mejorarían sustancialmente.

Acciones sociales y culturales que también Patricia Catania (Wanderlust Memories) había realizado en su viaje a Costa Rica, viviendo con una familia autóctona durante sus días de estancia, y que Franc Famadas, cofundador de la agencia de viajes Nadiu Viatges, aludía nuevamente en su discurso sobre el turismo rural comunitario. Hacerlo como mochilero o a través de un profesional, lo importante es que sea con el mismo fin. Un tipo de turismo por el que la empresa catalana apuesta ya que «el beneficio se queda en la comunidad (…) y disminuye el impacto negativo».

¿Nos estamos convirtiendo en turistas idiotas?

A pesar de los esfuerzos que poco a poco se van implementando en el sector de la ecología y en nuestra huella cultural, también tenemos que empezar a valorar el impacto que hacemos a través de las redes sociales y las fotografías. Inma Gregorio y Jose Martínez, de A World to Travel, ponían diversos ejemplos de instantáneas en instagram sobre cómo algunos de los llamados influencers se muestran a sus seguidores: mesas llenas de comidas sólo para la foto, selfies en acantilados poniendo en peligro su vida y hasta una foto premiada por instagramers Italia en donde una persona saltaba en medio del memorial a los judíos asesinados en Berlín. Igual cabida tiene la falta de respeto que hay generalizada cuando se toman imágenes sin preguntar, «imaginad una persona que viene a vuestra casa y se pone a hacer fotos sin ton ni son», explicaba fervientemente Inma mientras agitaba las manos, «algo está fallando».

Nosotros también pensamos que algo está fallando, pero no sólo en el sector de los viajes, sino en el mundo en general. Basta con ver cómo postureamos en las fotos que subimos a las redes sociales en lugar de hablar con los lugareños, o en cómo hacemos fotos a personas como si fueran objetos, o cómo estamos más pendientes del smartphone en lugar de observar y aprender del lugar que visitamos. De ahí que, durante nuestra exposición en el seminario, una de las preguntas lanzadas a los asistentes era si nos estamos convirtiendo en turistas idiotas como comentaba el escritor francés Jean-Didier Urbain en su libro El idiota que viaja.

Es por ello que, por todas estas razones expuestas, desde Babilonia’s Travel publicamos hace unos meses en las redes sociales el hashtag #viajarsincolonizar en un intento de intercambiar ideas cuando viajamos desde el mismo nivel, dejando atrás conceptos propios, aprendiendo, conversando, escuchando y, por encima de todo, respetando la cultura aunque no estemos totalmente de acuerdo con lo que vemos. ¿Quiénes somos nosotros —los viajeros— para cambiar las tradiciones de un lugar y hacer lo que nos dé la gana? ¿Sólo porque hemos nacido en países que el Primer Mundo denomina como desarrollados? ¿Viajamos con superioridad al más estilo colonizador? y, ¿para qué viajamos? ¿para marcar los países en el mapa, para posturear o para aprender de los otros viendo cómo viven y cómo son sus tradiciones? Quizás debamos cambiar la mirada del viaje tal y como se conoce hasta ahora porque, como decía el filósofo Raimon Panikkar, «no es posible valorar correctamente el punto del vista del otro sin un conocimiento de su cultura». Puede que el paradigma del viaje como lo conocemos hoy tenga que evolucionar y ya no sirva en pleno siglo XXI.

Inma Gregorio exponía de manera tajante una solución al problema de la sostenibilidad en el sector del viaje. En realidad es que «somos unos chupópteros», sentenciaba la blogger haciendo referencia a la cantidad de viajes que realizamos a lo largo del año como periodistas, comunicadores y bloggers de viaje. «Vamos a tener que dejar de viajar o vamos a tener que hacerlo más lento», añadía.

«¿Quiénes somos nosotros —los viajeros— para cambiar las tradiciones de un lugar y hacer lo que nos dé la gana? ¿Sólo porque hemos nacido en países que el Primer Mundo denomina como desarrollados? ¿Viajamos con superioridad al más estilo colonizador? y, ¿para qué viajamos? ¿para marcar los países en el mapa, para posturear o para aprender de los otros viendo cómo viven y cómo son sus tradiciones?», explicaba Bárbara M. Díez, directora de Babilonia’s Travel

Nosotros como Babilonia’s Travel, caracterizados por ser siempre los rebeldes y los raros del sector por —entre otras cosas— hacer crónicas y entrevistas narradas normalmente en tercera persona, creemos que aparte de empezar a hacer un turismo más lento, quizás también haya que pensar en cambiar la mirada del viaje hacia uno más respetuoso y tolerante. Insistimos. Es posible que la manera de empezar a hacerlo sea en el día a día de nuestras vidas y, por ende, las empresas de turismo deberían ser las primeras en ponerse las pilas y dar ejemplo como hace KLM con seminarios como éste.

Respeto, tolerancia, educación… valores que parecen enterrados o que cuestan encontrar desde hace un tiempo en los países malamente calificados como desarrollados. Basta con ver las noticias, las caras de la gente en el metro, en la calle. No sabemos si la culpa de ello, en parte, la tienen los smartphones, las redes sociales, el ego, la fanfarronería, el sistema económico, político, educativo, el individualismo… no busquemos un responsable, simplemente actuemos juntos para recuperar la integridad del ser humano. De esta manera es posible que consigamos, entre todos, que el turismo sostenible se quede con nosotros, se impregne en todas sus variantes (la ecológica y la cultural), y no sólo acabe convirtiéndose en una moda disfrazada con unos hashtags o plasmado en unas analíticas con cifras a mostrar.

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© ILUSTRACIÓN DE CABECERA Y LAS REALIZADAS DURANTE EL EVENTO

Autor: Carlos García Rubio.

Queda prohibida la difusión y publicación de las mismas en webs, blogs y redes sociales sin previo consentimiento y cita del autor y de esta revista.

GRACIAS POR LA ORGANIZACIÓN DEL EVENTO A:

kiribatis

Esta entrada tiene 9 comentarios

  1. ¡Super buen resumen de la jornada que vivimos!
    Como bien dices para mí tenían un interés especial porque me planteo que mundo le voy a tener que mostrar a mí hija, espero que poco a poco la conciencia vaya haciendo hueco en cómo viajamos.
    Por cierto, solo cepillo de bambú si necesitas comprar uno, ¡nada de sustituir lo que ya tenemos!

  2. ¡Muchas gracias equipo! Magnífica crónica de las jornadas que invita a seguir reflexionando y que nos toca allá donde noponemos el foco, sobre todo a los blogers de viajes, que en algún momento dejamos de ser «viajeros o turistas» para convertirnos en Yonkies de las redes sociales y del postureo.
    En nuestro caso, intentamos seguir los impulsos y dictados del corazón, nuestro «turismo sostenible» comienza en casa, nuestra «ecología» comienza en casa, si no lo hacemos así, seríamosunos hipócritas. La mejor manera de ser sostenible es serlo desde el km cero de tu viaje, ya que si no aplicas esta «filosofía» en tu día a día, en tu casa y entorno, es difícil que lo hagas cuando sales fuera.
    Tanto por debatir, y al final, nos surge una cuestión, si los blogers, influencers, periodistas de viajes somos tan leídos, ¿no podríamos aporvechar esa «fama» para hacer pedagogía? Lo dicho, mucho por debatir.
    Gracias por la estupenda crónica, seguimos…
    Eva y Carmelo

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