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Ella es la reina de la Vía San Gregorio Armeno, perpendicular a la Vía Tribunali (Nápoles). Todos la conocen por La donna di fiori (la mujer de las flores) pero en realidad su nombre es Concetta Ferrigno, mejor conocida como Titina, o al menos eso es lo que reza un cartel que tiene dentro de su casa cuando le preguntamos por su nombre y nos dice con gestos, y un hilo de voz, que casi no puede hablar. Es sorda.

Floret es famosa porque ostenta más de un local en una de las vías más características del centro de Nápoles. Muchos años de negocio. En esta calle todos los turistas pasan haciendo miles de fotos a las tiendas que están llenas de figuritas para los belenes, de caricaturas de famosos y de pesebres. Todo tipo de artesanía que poco a poco los souvenirs les está ganando la batalla.

Titina está situada en la mitad de la calle, pero como no vende pesebres sino flores de papel pinocho, pocos son los que se paran a mirar. Nos llama la atención el colorido que contrasta con el marrón prominente de las figuras de madera y de terracota de sus competidores. La donna di fiori no deja de mirar a todo el que pasa. Sentada en su silla de madera y mimbre, poco a poco sigue tejiendo a su manera las flores.

«Ochenta años tengo ya», nos afirma, «entrad que os enseño mi casa». Y como si se tratara del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, la calle desaparece y nos metemos en su madriguera. Esto parece otro lugar. La cocina, un sofá, una cama, flores por todas partes y ochenta años de recuerdos. Viajamos en el tiempo.

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Estamos en una verdadera casa napolitana clásica de una unidad, esto es, todo está en una misma habitación. Durante muchos años los napolitanos del centro se han adaptado a lo que tenían y sus casas se reducían a una habitáculo sin ventanas a pie de calle. Es por ello que la vida siempre la han hecho en la vía y la colada de la ropa se tiende al aire libre. No hay espacio donde colgarla dentro… aunque ella aprovecha el espacio para colgar sus flores.

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Toda una vida suspendida de la pared

Huele a comida, pero a comida de verdad, de la que elaboran las abuelas, y ésta es napolitana. Una receta sabrosa, seguro. Vemos dos ollas. En una de ellas el pomodoro (tomate) y la calabaza se hacen a fuego lento, en la otra la pasta. «La estoy preparando para cuatro personas», así entran ganas de quedarse a comer, pero todavía nos queda mucho por andar.

Vemos que de las paredes cuelgan sendos marcos con fotografías y cuadros con retratos. «¿Son todos su familia?», le preguntamos. «Sí, me casé dos veces y tengo doce hermanos, mira el álbum familiar». Ya somos otros dos miembros más, o al menos así nos sentimos. Estar en esta casa en como sentirte en tu casa.

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El álbum refleja la maravillosa vida de Titina y cómo el paso del tiempo va poco a poco apagando la belleza de las personas, aunque ella todavía retiene ese esplendor que vemos en fotos.

En lo alto hay un pequeño altar con más instantáneas en blanco y negro, y una vela a pilas, a los napolitanos les gusta recordar a los suyos de esta manera. Nápoles sustenta pequeños retablos en las calles que siglos atrás sirvieron para iluminar las estrechas vías, y así los malhechores no atracaran a los ciudadanos. Pero esta calle no es el caso, siempre hay mucha vida en ella, hasta los modistos como Dolce&Gabbana la utilizan para mostrar sus diseños de temporada a modo de pasarela al aire libre. Nosotros no vamos de pasarela, pero La donna di fiori se empeña en que nos llevemos un pequeño ramo de papel como presente por habernos conocido. «Es un regalo, como de novia, no te divorcies, yo lo hice dos veces», insiste.

Y es que es difícil salir de allí sin alguna flor. Están por todas partes, cuelgan del techo, de las paredes, salen de los jarrones y son de diferentes tamaños. Nos damos cuenta de que allí hay más que trozos de papel que lo que aparentemente se puede ver desde la calle. Hay una vida, una larga vida de una persona que siempre se ha dedicado a hacer feliz a la gente, a llenar de color el día a los demás, un negocio de flores artificiales que ha dado sus frutos (prueba de ello son los tres locales más en la misma calle), pero notamos que hay una dueña que denota tristeza en sus ojos. Puede ser por una vida de divorcios, de tensiones familiares, de ahí su hilo de voz… pero, qué sabemos nosotros.

Volvemos al mundo real, salimos de la madriguera. Los turistas siguen pasando delante de la puerta. Pocos se paran. Los pesebres aledaños llaman más la atención para colgar en las redes sociales. Ciao, Donna di fiori, ciao!


Nota de redacción: Supimos que dos años después de la elaboración de este reportaje, Concetta Ferrigno falleció. Aquí su relato a una vida

Este reportaje aparece dentro del libro «Nápoles, Pompeya y sus alrededores: el arte del otium»

© ILUSTRACIÓN DE CABECERA Y FOTOGRAFÍAS: CARLOS GARCÍA RUBIO

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