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Cuando comenzamos el quinto #blogonair por las tierras barcelonesas de Berga, sabíamos que sería una escapada diferente. No sólo por el hecho de que iba a ser nuestro primer #blogonair de más de un día, sino porque (aparte de vivir como antaño, la cultura de juego en la calle) íbamos a descubrir una iglesia prerrománica poco conocida pero igual o más importante que la famosa Santa María de Taüll (por todas las noticias que giran en torno a esta última sobre su reproducción pictórica).

Ruta hasta Sant Quirze de Pedret

Existe un camino zigzagueante que nos lleva a peregrinar desde Berga hasta un lugar de culto, cuyos vestigios datan de la época prerrománica. El recorrido se inicia por una salida radial de la ciudad de Berga y nos lleva a través de una agradable carreterita estrecha de numerosas curvas y cambios de rasante circundados por espesos bosques verdes. Dicho camino se ve interrumpido por uno de los  aturquesados meandros  del  río Llobregat.

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Río Llobregat

Este río, uno de los más importantes de la provincia Barcelonesa  —el cual dio el empujón económico a la industria textil catalana durante el siglo XVIII y XX—, y nace en el municipio de Castellar de Nuch. Vigoroso y cristalino, viaja límpido a través de las cuecas de la Cataluña central hasta que es enturbiado por el hombre y muere en el Mediterráneo abatido por la contaminación química industrial.

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El puente de Pedret

Los medievales erigieron el puente para sortear el cauce del Llobregat, este nexo pétreo fue levantado alrededor del siglo XII —según informaciones arqueológicas—, que entre el relleno interno de arena, encontraron cerámicas del mismo periodo cuando decidieron hacer las restauraciones pertinentes.

El puente de Pedret se construyó con forma de lomo de asno, un sistema inconfundible de la arquitectura civil medieval para salvar la accidentada orografía que había entre sus orillas. El eje del viaducto forma un ángulo obtuso con su vértice orientado hacia el cénit, de ahí la semejanza con la espalda del animal. Una diferencia estética clara respecto al puente romano, que se construía con la calzada horizontal.

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El puente de Pedret con forma de lomo de asno

Cruzamos el sólido puente que parece una prolongación natural entre las dos laderas escarpadas, y echamos la vista hacia el líquido cristalino que corre alegremente entre profundas pozas esmeralda. El dovelaje nos asiste repartiendo nuestro liviano peso por todo su espinazo curvo descargándolo  sobre el anfitrión terreno pedregoso. Nos cobijan y guían los abreviados pretiles evitando así despeñarnos. La simpática curva ojival se eleva a fuerza de piedra y cal trazando un gran ojo vacuo, entre el cual se deslizan las calmadas aguas del Llobregat masajeando el lecho fluvial a su paso.

Sentimos el alma del puente de Pedret, que aún hoy sigue luchando resignado contra las tensiones del caudal gracias a sus afilados tajamares. Atravesar esta lítica pasarela genera una sensación de profundo vínculo con el paisaje y la regresión al pasado bucólico muchas veces idealizado.

La iglesia de Sant Quirze de Pedret

Dejamos atrás el puente y con él se apaga gradualmente el rumor del  río. Reanudamos la marcha por una pequeña cuesta sinuosa hasta llegar a la iglesia prerrománica de Sant Quirze de Pedret, ésta se encuentra varada sobre una pedriza que ejerce de cimientos, la rodean extensos prados y sombríos encinares.  Sant Quirze nos otea serena sobre el pedregal que es su epíteto y colchón.

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El templo construido entre los siglos IX-X muestra todavía hoy la planta original prerrománica de ábside trapezoidal, estas cabeceras fueron muy comunes en el periodo anteriormente citado, mientras que las románicas solían ser ábsides de muro semicircular. Sobre el siglo X a la prístina nave central se le unieron dos naves laterales, la primera septentrional un poco más elevada dado el emplazamiento sobre el terreno inclinado, que fue respetado y no modificado como puede observarse en la misma nao donde las rocas de fondo se incrustan en los muros y bajo las paredes semicirculares de su absidiolo.

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Infografía de Bárbara M. Díez © Todos los derechos reservados.

La nave meridional alberga la portada románica del siglo XIII con arquivoltas lisas apoyadas en líneas de imposta, las cuales descargan sobre el muro de carga y dos columnas cuyos fustes son de estilos diferentes: el izquierdo se presenta estriado mientras que el derecho es de estilo salomónico con líneas helicoidales. La misma nave lateral está interrumpida por un antiguo campanario contiguo a porche, que fue posiblemente destruido debido a un seísmo acaecido en el siglo XV.

El encabezamiento interior de la iglesia, está vertebrado por el ábside principal  cuadrangular  y sus dos absidiolos curvos. Las tres embocaduras de los mismos están realizadas mediante arcos ultrapasados o de herradura, de influencia visigoda y mozárabe. La nao norte se comunica con la central mediante dos puertas de arcos ultrapasados, una de ellas accede a la nao central a través de una escalinata.

La cubierta original del estilo prerrománico se realizó con armadura a dos aguas con vigas de madera y tejas. El cambio hacia el modelo románico durante el siglo XI supuso un refuerzo de los antiguos muros de carga para poder sostener una bóveda de cañón, claramente más pesada que su antecesora. Hoy día podemos apreciar cómo se han querido restaurar los distintos elementos o estructuras arquitectónicas del pasado, recuperando así la imagen más fidedigna del románico catalán.

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Pintura mural de Sant Quirze

Aunque muchas de las pinturas se encontraron muy degradadas, algunas bastante curiosas y de expresiones tan diferentes como las del periodo prerrománico y románico se pudieron recuperar.

Junto con las pinturas de Taüll las de Sant Quirze son las más antiguas de Cataluña. La hipótesis más aceptada es que existe un estilo común con elementos pictóricos repetidos en distintas  iglesias del norte de Cataluña y sur de Francia, cuya manera de hacer marcó una escuela liderada por  el llamado ‘Maestro de Pedret’, un pintor de frescos originario de Lombardía, según nos explica Pere Cascante, uno de los arqueólogos de la zona que nos acompaña durante nuestra visita. Hay que destacar que las pinturas que vemos actualmente en la cabecera son copias de lo que se pudo rescatar.

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En el ábside central hallamos una copia de las primeras pinturas  del siglo X siendo más tarde cubiertas por otras, más adecuadas al gusto románico, éstas  datadas del siglo XI. Todas ellas están en el Museo Diocesano y Comarcal de Solsona.

La pintura del siglo X que nos ha llegado está realizada con dos tonos uno rojo y otro negro jugando con el blanco de la cal del fondo. Encontramos figuras simbólicas y alegóricas delimitadas por un contorno negro y pintado interiormente por planos rojizos. El fresco original prerrománico suele ser poco naturalista por tanto más simbólico a la par que sintético.

«La temática del ábside mayor, es un poco críptica para los neófitos en materia simbólica», según Cascante. Al lado izquierdo vemos  una cruz con un círculo grande y en su interior encontramos un caballero ataviado con su yelmo y estandarte al lado de lo que puede parecer un caballo y acompañado por un perro. Encima de estos hay representada un ave con otra de menor tamaño subida a su lomo. Bajo la circunferencia podemos adivinar la figura de un orante, puesto que está representado con las manos unidas. A su lado derecho aunque muy degradado puede vislumbrarse a un personaje arrodillado  identificado con el diablo.

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En la imagen ubicada a la derecha de la ventana vemos a un personaje con la cabeza  desproporcionada, inscrito dentro de una circunferencia cuya anchura es una banda con cenefas en zigzag. Sobre la circunferencia hay un pavo real.

En el ábside sur aparece como eje de simetría la virgen dentro de una mandorla y a su derecha hay una escena de las vírgenes prudentes y necias, en el lado opuesto está representada la iglesia como entidad.

Aunque no queden restos en el interior, había un fresco narrando los martirios o la vida del patrón San Quirze y su madre  la patrona santa Julita.

¿Y por qué estas pinturas con tanta vida y policromía dentro de una iglesia tan pequeña y casi inaccesible? Bien, la pintura al fresco fue una manera de alfabetizar a la población rural que ignoraba el arte de la escritura y la lectura. Al igual que también fue un soporte para poder orar. «El color vivo se debe a la oscuridad del mismo centro religioso, si los colores fueran muy apagados no se verían dentro», nos aclara el arqueólogo.

Iglesias prerrománicas, ríos que sorprenden… Sólo basta con salirse de las rutas prefijadas, de los lugares ‘top ten’ a visitar porque salen en los medios de comunicación y son noticia. De esta manera podréis encontrar lugares como éste, llenos aún de esa magia: la de la virginidad turística.


Nota: en la actualidad, la mayor parte de las pinturas románicas que se encontraban en estas iglesias, están recogidas en el Museo Nacional de Catalunya (MNAC) en Barcelona gracias a la técnica del strappo.

Ilustración de Carlos García Rubio. © Todos los derechos reservados.

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Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Interesante artículo!
    Me sorprende el pequeño tamaño de las ábsides laterales; por las figuras parece que apenas tengan metro y medio de diámetro interior.

      1. Gracias, no me había percatado de la escala en la infografía. Así pues el diámetro exterior de cada ábside lateral debe rondar los 5.75m, y el interior los 4m. Son más grandes de lo que me parecían por las fotos…

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