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¿Y tú qué eres, un turista, un viajero o un ‘idiota’?


Hace unos meses llegó a nuestras manos el siguiente libro (El idiota que viajaJean-Didier Urbain) que nos hizo recapacitar sobre el término turista y viajero que tan de moda está en los últimos años, ya que muchos de los turistas se sienten ofendidos cuando se les llama turistas porque se creen viajeros, y a muchos de los que se creen viajeros les cae como un jarrón con agua fría que se les llame turistas.

idiota que viaja

Pero antes de ponernos a reflexionar, permítanme que les muestre lo que el libro define al respecto:

  • Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), turista es cualquier persona fuera de su residencia habitual al menos 24 horas y de 4 meses como máximo.
  • Según el diccionario inglés de Webster, turista es aquel que viaja de un lugar a otro. El turismo es una actividad vacacional relacionada con la movilidad.

Esto en cuanto a la definición de turista actual que puede que nos muestre un poco la luz. Conforme esta publicación, un turista sería aquel que está menos de 4 meses fuera de su casa y que se relaciona con el periodo de vacaciones/tiempo libre del que dispone.

Antes de la masificación de los viajes, ¿qué era un turista?

La recopilación de datos que realiza Jean-Didier Urbain deja claro que ya desde el siglo XIX la palabra turista tendría una función degradante, ya que éste «no pertenece a la familia del viajero, es una raza aparte», incluso denominándole bastardo (sic).

También, a la masa de turistas, se les compara con un rebaño en donde el guía turístico es el perro pastor. Una situación que vemos en la mayoría de las ciudades más pobladas de turistas como pueden ser Madrid, Barcelona, Roma, París…

Urbain también cita a otros escritores como Jean Cassou, crítico de arte y primer director del Museo de Arte Moderno de París, que veía en el turista «un mero viajero sin alma aglutinado en rebaños, lo que perpetúa aún más la discriminación entre el turista y el viajero».

Lo que está claro, y según las definiciones y aceptaciones de estos investigadores, es que el turista molesta, lo compra todo y se apropia de todo con su cámara. «Es como un insecto, o una plaga de hormigas o un virus –un elemento extraño introducido en un cuerpo cultural–», llega a recalcar Jean-Didier Urbain. «Después hubo una mercantilización turística en donde se crearon espacios salvajes para expulsar a los nativos o reservas en donde los grupos humanos eran colocados para hacer de primitivos a los turistas», resalta, una situación que lamentablemente se ve de manera muy clara en algunos de los países africanos cuando creemos visitar grupos étnicos (aparentemente que siguen sus tradiciones ancestrales) y con lo que nos encontramos es que horas antes se han preparado el atuendo de tribu porque sabían que veníamos.

(Os invito a leer aquello que pude reflexionar y apreciar en Etiopía)

¿Se ha perdido lo exótico con la llegada de los turistas?

A raíz de que parece que ya no queda nada virgen y que está todo adaptado al turista (una reflexión que esperamos que nunca sea cierta, sino ¡qué será de los exploradores!), el arqueólogo Víctor Segalen escribía que «lo imprevisto ha desaparecido como exotismo debido a los relatos de viajes», en donde parece que sí que está todo descubierto por los viajeros y en donde todo se cuenta a través de fotografías, vídeos… lo que deja poco lugar a la imaginación para el turista. Y es que, ya en el siglo XX, la anécdota y la experiencia es un componente fundamental en la mayoría de los relatos de viajes.

turista

También, hay que decir en cuanto al término exotismo —el cual nos lo encontramos todos los días en muchas de las publicidades de agencias de viajes— que ¿qué es lo verdaderamente exótico? puede estar a la vuelta de la esquina, en lo cotidiano y no hace falta recorrer miles de kilómetros. Es más, lo exótico dependerá de dónde vivas y de lo que tengas más o menos visto. Para un japonés lo exótico será comer con cuchillo y tenedor, y para un occidental será comer con palillos.

¿Y qué lugar ocupa el viajero?

Por tanto, Jean-Didier Urbain lo deja claro: la oposición entre el turista y el viajero es absoluta, y si acontece que el viajero se convierta en turista, sólo puede ser por un descuido.

De esta manera, abunda más el turista ya que está en todas partes. Alain Gerbault (navegante francés), después de su vuelta al mundo en 1929 contaba que había descubierto turistas en la isla de Santa Elena, y que nada más desembarcar del barco «te estaban vendiendo postales». Él, irremediablemente, ya se había convertido en un turista también.

El viajero parece que reprocha al turista la introducción de relaciones mercantiles, de pervertir las tradiciones y de favorecer la lujuria invadiendo (como las danzas rituales para turistas). «Es el hecho de trivializar el mundo», destaca Urbain en su libro. Así, el viajero se presenta como un ser que no corrompe, sólo observa, descubre, respeta, preserva, mejora, salva o espera salvar el mundo. Está en misión permanente. Es un observador superior, contrario al turista que es un mero espectador, según el síndrome de Amstrong (el fantasma del primer peatón lunar). Sin embargo, el observador aventurero vive hoy una doble pesadilla: por una lado tiene la invasión turística de su universo y, por otro, posee la pérdida de su estatuto heroico.

Esa heroicidad del viajero que le decía al turista «yo voy allá antes de tú», y era el primer promotor del turismo ya que creaba las rutas. Éste siempre reprocha al turista su ingenuidad, su credibilidad, su torpeza, su invasión… pero recordemos que Cristobal Colón no partió solo, como tampoco Cortés o Vasco de Gama, eran colectivos organizados (¿turistas?). De hecho, si lo pensamos, el primer viaje de Colón era un crucero por el Caribe y se contentó con lo que podía ver desde la costa, «rara vez se adentraba en el interior», relataba el abogado y escritor Daniel Joseph Boorstin en su obra La experiencia colonial.

Por tanto, según concluye Jean-Didier Urbain, como definición del turismo afirmamos que «es la generalización de un modo de observación, no la masificación degradante del viaje», no es que el turista sea un viajero sin cualidades. El deseo de conocer se ha convertido en un deseo indiscreto y puede haber perdido ese humanismo innato en los primeros viajes que se realizaban. Ese es el robo del viaje al viajero. Con la infraestructura actual se deforma todo y se sale en busca de los signos tópicos del país.

Aunque para H. Philippon todo se explicaba en que los dos —turistas y viajeros— son peregrinos modernos a los que no mueve ninguna fe, es más, no se toman la molestia de preparar el viaje. Esto es lo que se podría considerar como el idiota que viaja.

© ILUSTRACIONES: Carlos García Rubio.

Esta entrada tiene 7 comentarios

  1. Hola! Estoy leyendo este libro justo ahora, como parte de un curso de historia de la Economia del Turismo en la Universidad, y me parece que el objetivo del libro es completamente diverso. Justamente el subtitulo del libro es «Historia y defensa del turista». Desde la introducción el autor se pregunta el porqué del tono despectivo que ha creado la palabra «turista» e indaga en las motivaciones. Me parece que lo que se trata de transmitir es que la categoría de «viajero» o «turista» son meras etiquetas que los seres humanos transitamos temporalmente, y que no deberíamos hacer valoraciones despectivas con respecto a ninguna de las dos.
    Está bueno encontrar gente que esté leyendo este tipo de lecturas, ya que creo que nos hace falta poner este tema un poco más en relieve. Me parece increíble que aún en el año 2016 se siga propagando este estereotipo de pelea, a ver quién es mejor. Saludos.

    1. Hola Yanina! Mil gracias por tu aportación. Sí, efectivamente, es justo lo que queríamos transmitir con este reportaje, mover un poco las cabezas de los turistas/viajeros personas en definitiva para ver qué pasa por el mundo de los viajes. Efectivamente, nosotros, a título de equipo estamos convencidos de que no existe ni el viajero ni el turista, todos somos un poco de todos, aunque en lo que sí que estamos de acuerdo y nos parece un poco triste es en visitar lugares y no abrir los ojos a lo que hay alrededor. Lo bueno de cada viaje es el aprender del otro, y si nos cerramos en nuestras creencias y en nuestra cultura —aunque estemos a miles de kilómetros de nuestro país— el viaje y el gasto habrá sido en balde. Cada cual a su estilo, claro, pero abriendo los ojos para después poder tener más cartas para jugar en el viaje de la vida. Gracias por tu visión y por dejar tu comentario. Un cordial saludo.

  2. Hola! Hace varios años que estoy detrás de ese libro, pero me dicen que está agotado. Soy de Argentina, por favor, tendras alguna manera de orientarme acerca de cómo hacerme de una copia del libro? Me interesa ya sea en digital, en papel, como fotocopia incluso. El tema es que como vivo en Argentina no sé si hacen envíos. Si me puedes ayudar, sería genial. Gracias!

    1. Hola Verónica! Muchísimas gracias por comentar. Pues sí, lamentablemente sí, el libro está descatalogado y en ninguna web se vende, ni en los de segunda mano. Quizás lo puedas encontrar preguntando en foros relacionados con libros. Es lo que se nos ocurre. También puedes escribir a la editorial a ver qué te cuentan. Editorial Edymion, http://www.edicionesendymion.net/. A ver si tienes suerte! ya nos contarás. Nosotros lo conseguimos leer en una biblioteca de barrio. Pregunta también. Un abrazo y gracias a ti!

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