La población de la ciudad condal se incrementa casi un 50% cada mes con la llegada de viajeros ávidos de entretenimiento más que de cultura
Sí, esta es la realidad que nos contempla. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en el año 2015, el censo de Barcelona registró más de 1.600.000 personas como población total. Si a este dato añadimos que en el mismo año, y según el informe de Estadísticas de Turismo que publica el Ayuntamiento de la ciudad condal, se registraron casi nueve millones de turistas repartidos en hoteles, pensiones, apartamentos y hostales… la cuenta es sencilla: nueve millones dividido entre doce meses, tenemos que 750.000 turistas nos visitan mensualmente* y engrosan la cifra de 1.600.000 habitantes totales.
Contrastando los datos y analizándolos puede resultar muy frío y quizá lo miremos de lejos, pero cuando empezamos a leer más y más podemos ir constatando la información con aquello que vemos en nuestro día a día, aquí en Barcelona. Esto es, un tipo de turismo más volcado en pasárselo bien (a costa de todo) que preocupado en aprender la historia, la cultura y las tradiciones del lugar que visita. Al otro lado, los intereses económicos, las facturaciones y beneficios netos de las empresas, los pequeños y medianos comercios, y, en definitiva, el euro. Un mal-bien necesario.
Primero, elegir alojamiento
Pero empecemos por lo mismo que hacen los turistas antes de llegar al oasis detrás de los Pirineos de muchos de nuestros vecinos europeos.
Los habitantes de países como Reino Unido, Francia, Italia y Alemania —por ese orden de visita, según el informe del Ayuntamiento— podríamos decir que casi pasan de alojarse en un hotel. Los datos son claros, el 71% de la ocupación se lo llevan los hoteles, seguidos de un 68,2% de las viviendas de uso turístico (un 51,6% para pensiones/hostales y un 49,9% para apartamentos turísticos).
Damos totalmente fe de ello. Si te das una vuelta por el centro de Barcelona puedes ver cómo llegan los viajeros con sus maletas y van a pisos privados, llegan a los portales y alguien les recibe para enseñarles el alojamiento que han elegido en algunas de las plataformas web sobre reservas de casas. Hasta aquí, la competencia es lícita (mientras sean legales y paguen sus impuestos) y no debería genera controversias máximas.
Por desgracia, en muchos de estos alojamientos no se hace filtro y los nuevos vecinos extranjeros que tiene el inmueble empiezan a liarla alguna que otra noche, gritan por los patios, concentran fiesta tras fiesta y exceden la ocupación del piso duplicando o triplicando la capacidad. Que se lo digan a los vecinos del barrio de Barceloneta.
Otro de los problemas, a raíz de este tipo de ocupación, viene generado por la cantidad de viviendas de uso turístico que hay ahora mismo en Barcelona. En 2015 el número de establecimientos ascendía a la cifra de 9.606 frente a los 381 hoteles que hay. Echen sus cuentas y ahora pueden explicarse el porqué de las quejas de las plazas hoteleras en los últimos meses o por qué hace un tiempo se preocedió al cierre de muchos de estos pisos por ilegalidades.
Segundo, ¿qué visitamos?
Por mucho que nos lo quieran hacer ver de otra manera las instituciones y el gobierno, la mayoría de los extranjeros que visitan durante unos días la localidad mediterránea vienen a pasárselo bien —entendiendo lo de bien como a liarla parda—.
Barcelona= Sodoma + Gomorra, el nuevo paraíso del pecado
Ya no sólo es que nos fijemos en lo que vemos en la calle cualquier fin de semana, o cualquier día si hablamos de la época estival: botellas, borrachos, toman la calle como si fuera suya con las bicicletas, miccionan en cualquier lado, van con el bikini y el bañador (en el mejor de los casos) andando por la calle en medio de la ciudad fuera de la playa… Un comportamiento de falta de respeto total y lamentable que nada tiene que ver con la educación y civismo que ellos mismos muestran en sus países de origen.
La pregunta que nos hacemos es que si hay un aire —un no sé qué— al cruzar los Pirineos que transforma a muchos de los turistas en seres maleducados e incívicos, actitudes que en su país no parecen mostrar (o no les dejan mostrar). Repitamos: Reino Unido (no alces la voz en el metro porque todos te miran), Francia (en la mayoría de los camping a partir de las 21.00h no se puede hacer ruido), Italia y Alemania. Aunque también y, cada vez más, vemos turistas de países asiáticos en grupos y sin separarse por miedo a que «nos roben al ir solos», nos comenta un turista japonés.
Esto en cuanto al ocio se refiere. Si los cotejamos con los datos, vemos que en primer lugar del Top 5 de lugares de interés visitados (en dicho informe de 2015) está la Sagrada Familia, seguido el Park Güell, el museo del Fútbol Club Barcelona y el Centro Cultural del Born (emplazamiento que ha tenido muchas críticas por la transformación de la zona en un espacio para turistas y no para los autóctonos, como otros muchos rincones más que han pasado a ser tiendas de souvenirs). Parece que se salva ese turismo que sólo viene al ocio mal-ocio. No tan bien parados salen si observamos el Top 5 de los museos. Este es el orden de 2015:
1. Museo FC Barcelona
2. L’aquàrium
3. Centro Cultural Born
4. Museo Picasso
5. Zoo
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6. Museo de Historia de Barcelona-MUHBA
8. Museo Nacional de Arte de Catalunya
10. Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona
Parece que se dejan a un lado los museos más principales de la ciudad en pro del ocio, esta vez del buen-ocio, eso sí.
Y como escala de cruceros, ¿qué genera este turismo?
Con estos resultados no es de extrañar que algunas editoriales se sumen a este fenómeno de turismo basura, parque temático… en lo que se está convirtiendo Barcelona, a la par de ser uno de los puertos más importantes del Mediterráneo con la llegada de miles de cruceros cada año.
Según el informe del Port de Barcelona sobre la actividad de cruceros en la ciudad en 2015, el 57,5% de los turistas que vienen a la urbe catalana no pernocta y, de ellos, el 52% se dedica a pasear, el 32,6% a comprar y el 38,5% a la cultura del lugar. Datos no muy buenos para la calidad de vida de la ciudad, y tampoco para la calidad del turismo en sí cuando más de la mitad de ellos se dedican a pasear… y a llenar y llenar las zonas de tránsito diarias. Un martirio cuando vives en el centro y quieres simplemente pasear y que no te arrollen hordas de turistas.
Claro, que sabiendo que hacen una escala de 4,3 horas de media, según el estudio, debemos de pensar que los que nos interesan son los cruceristas que hacen escala pero que pernoctan («ellos dejarán más dinero», diremos). Los datos hablan solos, aquí todavía es más esclarecedor. Sólo un 23,9% de los viajero por mar están al menos una noche, frente a los 57,5% que no hacen noche; lo bueno, que a pesar de que un 87% de los que pernoctan pasean, finalmente un 79% de ellos compran. Ya podríamos hacer que pasen más noches en Barcelona, ¿no creen?
Hace unos meses un trabajador del Poble Espanyol nos contaba una anécdota. «Aquí vienen muchos cruceristas todos los días, pero pocos dejan dinero, las tiendas ya no saben qué hacer. Llegan con el pack completo que les hacen en el barco, pagan la excursión y no gastan más. Muchas veces les veo rellenar la botella de agua en la fuente y comer una pizza mediana para cuatro personas», nos declaraba,
Pero tranquilos, tenemos la facturación de los cruceros —que no el beneficio neto—. 796 millones de euros en total dejan al año, traducido a 2,2 millones al día para la ciudad de Barcelona…
Todos los turistas no son iguales
A pesar de la situación que tiene hoy la capital barcelonesa, no nos deberíamos quedar con un mal sabor de boca. Gracias a otros muchos que nos visitan y que sí saben lo que es vivir aquí, Barcelona está en el cuarto puesto de ciudades más visitadas en Europa después de Londres, París y Roma. Este dato siempre es bueno para la inversión extranjera y para que muchos de ellos se queden a vivir aquí.
De manera curiosa, a estos turistas —algunos convertidos ya en inmigrantes— lo que menos les gusta es el turismo masivo que tiene la localidad que albergó los Juegos Olímpicos de 1992. Concretamente, un 34% de ellos detestan este tipo de viajeros, según una encuesta realizada por OK Apartementos Barcelona. Seguido de un 26% referente al carácter local que definen de cerrado, a un 19% odian la contaminación de la urbe y un 16% detestan la situación económica y laboral.
Pero analicemos los datos positivos. Según la misma empresa, en otro estudio en donde se preguntaba a los inmigrantes sobre lo que más valoran de la capital, un 43% estaban encantados con la calidad de vida («todo está cerca», «puedes ir a cualquier lugar andando», destacan), un 25% con el clima y un 12% con la cultura dividida en este orden (ver gráfico).
Características que no son de extrañar cuando Barcelona posee tres playas con distinción europea Bandera Azul, tiene en algunos de sus restaurantes 26 Estrellas Michelin, hay 116km de carril bici y la temperatura media mínima anual es de 15,4ºC. Efectivamente, un paraíso para el que vive y para el turista.
Sin embargo, lejos de hacer de este hecho —el del turismo de masa— una catástrofe, un mal-bien, un opio necesario para que la ciudad pueda seguir ganando dinero y que las arcas públicas no se vacíen demasiado, estaría bien que pensáramos iniciativas para evitar que esa gallina de los huevos de oro termine por destrozar todo lo que se pone en su camino.
Iniciativas como la desarrollada en el barrio de Horta-Guinardó deberían ser aplicadas a muchas más zonas. Aquí se han ideado itinerarios para descubrir las riquezas del distrito desde el punto de vista histórico y etnográfico, para que ese turista deje la cerveza, la fiesta continua y se empape de la cultura local (como que sepa quién es Juan Marsé dentro de la historia de Barcelona). Una cultura de verdad, no la que ve en algunos de los folletos que le trae aquí o la que encuentra en muchas de las convencionales guías de viaje.
* Nota: media estadística, ya que la ciudad acumula en unos meses más visitantes que otros, sobre todo durante el periodo estival.
© ILUSTRACIÓN DE CABECERA: Carlos García Rubio.
Directora y diseñadora de Babilonia’s Travel. Madrileña de nacimiento (1980) y enamorada de Barcelona (2013). En 2004, a su formación y experiencia como periodista, se une la infografía y el diseño ya que es en el periódico El Mundo (2004), en elEconomista (2006) y en el diario Negocio (2007) donde le enseñan a unir las letras al diseño, para después incorporarse a la redacción de revistas como Altaïr (2013), Fleet People (2012)… y cofundar la primera asociación de bloggers de viajes de Barcelona (2013). Después de casi 50 países visitados sabe que lo que importa son las personas y no coleccionar lugares ni fotos en un disco duro. Amante de la palabra «viajar» y vitalista. Curiosea y socializa con todo aquel que se le cruza en el camino para narrar y diseñar una buena historia.
De acuerdo en casi todo, las grandes capitales se estan deteriorando a pasos agigantados y los mismos ayuntamientos no ponen remedio y solo les importa el dinero que se ingresa y sus propios beneficios y sino ponen a trabajar tendran a largar un mal resultado
Ojalá, Ana, ojalá… Sino de aquí a unos años no sr podrá vivir en según qué ciudades. Ya está pasando en Roma, en Venecia… Gracias por comentar!
Esperemos que se arregle por ambas partes. Gracias por tu comentario Ana
[…] que vemos en la mayoría de las ciudades más pobladas de turistas como pueden ser Madrid, Barcelona, Roma, […]
[…] La crisis del COVID-19 ha dejado —está dejando— muchos paradigmas aún sin resolver en lo que se refiere a la economía, a la sociedad, a la salud y, por ende, al sector del turismo. ¿Quizás un turismo más local, más de proximidad? ¿Quizás más cooperativo y lleno de oportunidades para las pequeñas empresas? ¿Quizás más alejado de ese opio que conocimos en la ciudad de Barcelona? […]