Agobio. El viento es cálido y quema la cara. El calor es uno de los protagonistas. En alta mar el dios Eolo parece que tiene más fuerza que en tierra firme.
Silencio. Sólo el sonido de alguna gaviota rompe el ambiente de tranquilidad que el agua en el océano produce un día cualquiera de la época estival.
Excitación. Toda esa sensación de bochorno se ve incrementada poco a poco por un presentimiento, lo noto en la piel. Los pelos se encrespan y unos pequeños ríos de agua emanan a lo largo de mi cutis.
Frío. La frigidez se ensambla en mi cuerpo y se turna con el calor como si de un semáforo se tratara. Frío-calor-frío-calor… Ello es el detonante de este escalofrío.
Ilusión. La combinación de todos lo elementos hará que sea una jornada inolvidable, a pesar de la desconfianza que genera mi mente en torno a Ello.
Al fondo del mar
Hoy es el día. Estoy segura. Después de dos intentos de viaje, parece que la oportunidad está más cerca que nunca.
Es julio. La costa detenta ese color turquesa en el mar característico de esta estación del año. La gente inunda el campo de arena muy tostada y se inhala un aroma de alegría y bienestar en cada uno de ellos.
Esa felicidad para mí no ha llegado aún. Subo al catamarán con gran nerviosismo. Es mi tercera vez y puede que sea la definitiva. No sé lo que tardaré en darme cuenta de que después de esto no volveré a ser la misma persona.
Millones de metros cúbicos de líquido fluyen bajo mis pies. El motor acelera y nos ponemos en marcha. El destino: el medio del océano. El porqué: Ello.
A veces las situaciones no desembocan como uno quiere. Piensas en un ambiente idóneo, propicio para encontrarte con Ello, un clima utópico, una posición soñada. Nada es como se espera. Las medusas aparecen por sorpresa como actores secundarios de la escena, y el mar está turbio, las corrientes marinas han hecho de las suyas estos días.
No sé si Lo podré llevar a cabo. Tercer intento tras días de lluvias.
En medio del océano, sin ruidos, sólo los pájaros emiten sonidos para amenizar el encuentro y, muy de vez en cuando, el golpeteo de Ello en el agua. ¡Lo veo! Pero todavía hay que esperar la señal para poder llegar a Él.
Gafas, aletas y tubos serán mis compañeros y protectores en la cita. ¿Tendré a alguien vigilando en la retaguardia, aguardando cualquier movimiento extraño? No lo sé aún, el bombeo de mi sangre se agudiza más y más.
Comienzo a respirar por el tubo de buceo, las gafas se empañan, de nuevo otro escalofrío transita todo mi organismo. El dios Eolo presente, será el que ponga luz.
Inspiro con jadeo. Tengo miedo, respeto e ilusión. Espero la señal.
¡Ahí está! Ahora o nunca. Salto. Mi rumbo está ya escrito.
Ello y yo
El agua está templada, pero mi cuerpo sigue frío. Nado, respiro, aleteo, miro hacia abajo y la Nada debajo de mis pies. El océano está tan revuelto que es imposible establecer contacto. Puede que tenga que volver al catamarán.
Siento un cosquilleo, una inquietud, sé que algo va a suceder.
Las medusas están a mi alrededor y es algo que genera tensión. No estaban invitadas, quién las dijo que vinieran. Ello puede que no esté conforme con el trato y no se muestre hoy tampoco.
Un intento más. Espero paciente, la excitación me invade y supera el miedo. Miro de nuevo por mis gafas casi empañadas y parece que Ello se deja ver. Estas aquí, lo tienes que lograr, me repito una y otra vez. Y en medio de esos pensamientos aparece.
Viene hacia mí. No tengo desconfianza, sé que saldrá bien. Ahí está, llegó a su cita, puntual y con ganas de mostrarse a pesar de los inconvenientes. Algo me roza, sí, ¡es Ello!
300 kilos de atún y dos metros de largo transcurren a mi lado. Lo logré.
Nota: gracias a la colaboración de Tuna Tour para el desarrollo de esta historia –con parte de ficción– durante el desarrollo del primer blogtrip de BcnTB.
Directora y diseñadora de Babilonia’s Travel. Madrileña de nacimiento (1980) y enamorada de Barcelona (2013). En 2004, a su formación y experiencia como periodista, se une la infografía y el diseño ya que es en el periódico El Mundo (2004), en elEconomista (2006) y en el diario Negocio (2007) donde le enseñan a unir las letras al diseño, para después incorporarse a la redacción de revistas como Altaïr (2013), Fleet People (2012)… y cofundar la primera asociación de bloggers de viajes de Barcelona (2013). Después de casi 50 países visitados sabe que lo que importa son las personas y no coleccionar lugares ni fotos en un disco duro. Amante de la palabra «viajar» y vitalista. Curiosea y socializa con todo aquel que se le cruza en el camino para narrar y diseñar una buena historia.
uffff, que nervios he pasado :)) Enhorabuena, una bonita historia.
Jejejje!!! Gracias Jorge! 🙂
Jejejje!!! Gracias Jorge 🙂
Lo que te propones lo consigues en el mar no en el oceano pero con mucho cuidado pues son animales que pueden hacer dano y cuidadin con las medusas.
Los frios se superan pero los mordiscos no.
Tienes toda la razón! Gracias por comentar
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