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III. VUELTA A (NUESTRA) REALIDAD

«Podrás perder mil batallas pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota»
Ho Chi Minh, líder revolucionario y presidente de la República Democrática de Vietnam (1954 – 1969).

Cuando recibimos la invitación por parte de Asiática Travel para viajar hasta el norte de Vietnam, pensábamos que nos encontraríamos un país en el que las diferentes y terribles guerras habían hecho mella. Después de convivir con algunos de los grupos étnicos y su cultura, comprendimos más la frase de su alabado líder. Esta es nuestra historia.

Poco nos queda ya para volver a la realidad, es decir, a nuestra realidad que hay muchas y variadas. Llevamos más de cinco días durmiendo en aldeas y recorriendo caminos sin cruzarnos con otros viajeros. Parece que será duro llegar a Sa Pa, la antigua ciudad colonial de la época francesa y hoy la urbe más visitada en el norte de Vietnam por sus rutas de trekking para ver los campos de arroz.

Nada más pararnos en esta gran ciudad empezamos a ver turistas, hoteles por todos lados, tiendas de ropa de montaña para los visitantes y pocos habitantes autóctonos. Algunos se acercan a comprar la lotería de la calle y otros aprovechan para vender sus productos a los turistas, mujeres sobre todo. Pulseras, telas teñidas de azul índigo o carteras cosidas a mano son su top de ventas. Tienen que competir con un centro comercial al lado de la plaza del Amor, llamada así porque es el lugar donde se reúne la juventud para encontrar a su pareja. Mires por donde mires los edificios estilo Alpes sobresalen, es por este motivo y por tener una temperatura más baja que el resto del país que muchos lo llamen la Suiza de Vietnam.

Un cartel me llama la atención en medio de la ciudad. Es tal la cantidad de turistas que recibe este lugar que los habitantes están bastante cansados de que les hagan fotos sin preguntar primero. Así me encuentro esta llamada de atención al guiri: no tomes foto a la gente local sin preguntar.

Si quieres vivir como un local, ¡a fregar!

En verdad estamos horrorizadas. Casi una semana sin tener este contacto con la realidad y nos agobiamos. Queremos volver a vivir como un local, sus costumbres, su vida… así que Nhung y su equipo nos tienen preparado una sorpresa final. No dormiremos en Sa Pa, sino en un pueblo cercano que aún conserva la estructura originaria. De nombre Ta Van, el camino hasta aquí es arduo. Las lluvias han hecho mella y la carretera está bastante perjudicada. Cruzamos tramos sobre agua y desprendimientos, pero el paisaje de arrozales que podemos ver a través de los cristales del coche nos compensa.

Nada más llegar una pareja muy joven nos recibe en su casa. «Son de la etnia giay», comenta Nhung antes de que alguna le preguntemos. La camisa de colores de ella lo delata. Se nota un ambiente bastante más distendido que los de otras casas. La edad parecida es un plus. Tenemos que darnos prisa porque está anocheciendo y hay que salir a pescar la cena… literalmente. El río pasa muy cerca y aprovechan a poner una caña y a pescar, y hay suerte. El ocaso que deja un cielo violeta es testigo del momento.

Todos juntos a preparar los platos. Y acabamos en la cocina metiendo las narices hasta en las cazuelas. Sentados en taburetes bajos, friendo rollitos con palillos y cocinando el pescado con cerveza. Lo mejor, después. Juntos en una gran mesa, brindamos con el licor de arroz: chúc sức khoẻ! (¡salud!).

Tras varias horas de charlas (el dueño de la casa habla un poco de inglés), nos ven animadas y queriendo conocer todas las partes de su cultura, Nhung nos propone fregar los platos como hacen ellos, en equipo.

Nunca te fíes de las vivencias de los otros

El licor de arroz ha hecho estragos, así que hemos dormido a pierna suelta a pesar de la lluvia fuerte esta noche. El amanecer desde este lugar es espléndido. Las nubes volando por debajo de la montaña.

Poco después tomamos rumbo al valle de Flores, justo el que riega las localidades de Ta Van entre otras. Tenemos la oportunidad de conocer un colegio de la zona y después ser acompañadas por las mujeres de diferentes etnias en este recorrido. Etnia dzao roja (pañuelo rojo), h’mong negro, h’mong flores, giay (camisa de colores)… todas juntas y cada una vendiendo sus productos que sacan de su cesta como si fuera la chistera de un mago. Pidas lo que pidas lo tienen, y sino se preguntan entre ellas y te lo traerán seguro.

Me habían comentado que estas mujeres se unían en tu caminata por el valle y que agobiaban mucho. Bueno, depende de cómo te lo tomes. Ellas se ganan el dinero así, y tú eres el que llegas ahí para visitar su territorio. Desde un principio su plan es acompañarte, te regalan unas figuras que hacen con las plantas, te explican cómo tiñen sus prendas con la planta azul índigo, te ayudan en el camino… hasta que después de un largo rato comienzan a venderte sus productos.

Atravesamos aldeas, pequeños mercados, escuelas… y aprovecho a hablar con dos —una dzao y otra h’mong negro— que no me quitan ojo en todo momento. Hablan inglés perfectamente, y seguro que algún que otro idioma más. Una de ellas me explica que tiene dos hijas y que su familia arregló el matrimonio para casarse con su marido, la otra me confirma que también. Me preguntan por mi vida, y se sorprenden que con 38 años tenga novio pero que ni esté casada ni tenga hijos. Está claro que hay mil estilos de vida.

El ambiente distendido cambia cuando llevamos un rato y nadie ha vendido aún nada. Así que deciden pararnos. En mi caso adquiero unos pequeños monederos hechos a mano y les digo que no quiero más, pero si les dejas la puerta abierta después de un regateo, lo que consigues es que no se vayan porque saben de sobra que quieres comprar más. A veces hay que ser tajantes y simplemente dejar entender que no comprarás. Sencillo. Es por ello que muchos de los turistas que visitan estos lugares se agobian. Es normal, pero no hay que enfadarse porque insistan. Es su manera de decirte «quiero que me compres». De ti depende dónde pones el límite de tiempo. Nada más.

Diferentes pero respetando

Dejamos Sa Pa y su valle, y tomamos la autovía que nos llevará de manera rápida y directa de vuelta a Hanói. La carretera que de manera habitual se incluye en los recorridos del resto de viajes. Nosotros lo estamos haciendo al revés y con más días. A veces es bueno esto de llevar la contraria.

Entre tanto monzón y lluvia de los días anteriores, nos cuesta un poco llegar a coger la autovía. Después, alguna parada técnica para un pipí o comer. En una de ellas veo un gran cartel de propaganda que me llama la atención. Durante el recorrido entre los pueblos no he visto ninguno. Entiendo que el gobierno los pone en lugares por los que pasa más gente. Le pregunto a Nhung por el significado y sin querer me resume de manera clara estos cinco días de recorrido por las etnias del norte de Vietnam. «El cartel indica que aunque seamos diferentes, hay que respetar al otro», me dice. «¿Y eso se aprende en la escuela?», le pregunto. «Sí, claro.»

El legado del dragón: Ha Long

Los últimos días de viaje son para relajarnos. La bahía de Ha Long nos espera, bueno, más concretamente la ruta por Bai Tu Long, con menos turistas, con aguas más claras y más alejada del camino convencional. Nos gusta.

Un precioso barco de madera de la empresa Swan Cruises nos espera para pasar el fin de semana en aguas de esta bahía. Muy tranquilo. Es perfecto. Nos comentan que a diario hay más de 800 barcos en la bahía y que tienen que cuidar el medioambiente. Cuando el barco comienza a surcar leemos todas las actividades que realizaremos en dos días: clase de cocina, kayak, taichi viendo el amanecer, visita a una cueva, pesca… pero ¡yo quería descansar!

La leyenda cuenta que la creación de este lugar de más de 1.900 islas y más de 1.000 km2 se debió a un dragón. Los vietnamitas tenían que defenderse de los invasores chinos que venían por mar y necesitaban crear una muralla. Así llamaron al emperador de Jade que gobernaba el cielo según la mitología china. Éste mandó a un dragón que escupiera piedras de jade. Los vietnamitas pusieron el nombre de Ha Long por el dragón que desciende.

La bahía de Ha Long nos espera, bueno, más concretamente la ruta por Bai Tu Long, con menos turistas, con aguas más claras y más alejada del camino convencional

El guía joven que nos acompaña durante el crucero está hablando con unos turistas ingleses en la cubierta. Les enseña la zona con un gran mapa encima de la mesa. Me acerco para ver qué dice. Comentamos lo de la contaminación en el agua, el control del turismo y cómo es el país actualmente. Norte, sur, ciudades principales… Confirmo que los turistas que nos acompañan sólo han visto Sa Pa en la zona norte y se quedan perplejos cuando les comento todo lo que hemos vivido con las diferentes etnias.

Hablamos de corrupción en todos los países de origen y el guía nos explica que Vietnam siempre ha estado bajo los pies de alguien, bien sean chinos, franceses, norteamericanos… Desde luego que durante muchos años la muerte aquí siempre ha sido algo habitual. A pesar de eso, han sabido superar todas las dificultades. Hoy se define como «el país más feliz del mundo, siempre tenemos una sonrisa y somos muy hospitalarios», comenta el joven guía. Creo que no podría definirlo de una mejor manera, tal y como lo hizo Ho Chi Minh: «podrás perder mil batallas pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota».

La ‘súper-vivencia’ en el mundo desarrollado

10 días en Vietnam viviendo con los grupos étnicos, en sus casas, en sus cocinas, con sus costumbres. Jornadas en las que me volví a dar cuenta de que en nuestro mundo desarrollado mucha gente suele vivir con caras tristes y sobreviviendo a trabajos mal pagados, a hipotecas imposibles, a noticias sobre corrupción, políticos, violencia de género, manifestaciones, a redes sociales llenas de odio, de intolerancia, de falta de respeto, de individualismo, de envidias, de ignorancia… Y en este contexto se nos olvida habitualmente que, por mucho que sean nuestros problemas, primero, hay que pensar más en sonreír y aprovechar la vida sin esperar a aquello que nos han vendido como felicidad (porque puede que no sea un estado, sino un proceso). Y, segundo, no somos el ombligo del mundo, quitémonos esa idea de la cabeza ya. Hay otras formas de ver, de sentir y de (súper)vivir igual de válidas que las que estamos acostumbrados y que denominamos normales.

Oriana Fallaci también se pregunta constantemente qué es la vida en su libro Nada y Así Sea. Durante el viaje, leyéndolo, descubro que es su hermana pequeña quien se lo plantea antes de ir a cubrir la guerra. Ella no sabe qué contestarle, pero al volver del conflicto un año después le contesta. «Tienes que admitir que la vida no es lo mismo para un indio que nace y muere que para un norteamericano o para un vietcong (…), significa pelear, no tumbarse al sol, no charlar por los codos y nada más como hacen los hipócritas, significa creer en algo y pelear (…), la vida es una cosa que hay que llenar bien sin pérdida de tiempo (…) y el error si te equivocas es mejor que la nada». Yo no he vuelto de un conflicto, por suerte, pero sí de un viaje largo que hace pensar, reflexionar y genera conflictos internos para evolucionar.

Cierro el libro y una hoja se cae. Es una nota extraída de las páginas de la obra, recuerdo que la escribí al subir al avión en el viaje de vuelta para acordarme en casa de la ‘súper-vivencia’ aprendida en este periplo. Leo: ¡Qué bello es estar viva! Ojalá aprendiésemos a estar contentos por el solo hecho de estar vivos.


FOTOGRAFÍA DE CABECERA: templo budista de Chùa Diên Quang, a las afueras de Hanói.

GUÍA PRÁCTICA:

 Cómo llegar

Tienes varios vuelos desde Madrid y Barcelona con escalas vía Dubái o Moscú. La más económica es la ruta rusa.

Qué comer

Vietnam es famoso por tener una amplia variedad de alimentos en su gastronomía (carne, pescado, fruta, verdura…). Bien es cierto que el arroz es la base de su comida y muchos de los platos están cocinados con este cereal, desde el desayuno a la cena, pero es muy amplia la presentación de este: fideos, pollitos, frito, cocido, etc.

Dónde dormir

En Hanói te aconsejamos el hotel SuperHanói ya que está en pleno centro de la ciudad y es muy cómodo moverse a cualquier lado. Para el resto del recorrido, puedes reservar a través de Asiática Travel en las casas de huéspedes (guest house) variadas que nos hospedamos. Te aconsejamos que contactes con la agencia ya que muchas de estas casas sólo trabajan a través de mayoristas y es complicado hablar con ellos de otra manera.

Transporte

Para moverte por el resto de Vietnam no tendrás problemas con el tren o con los autobuses públicos, pero para el recorrido realizado es aconsejable alquilar un coche con conductor ya que los autobuses de línea muchas veces cambian el recorrido según el estado de las carreteras y llegar a estas aldeas es tarea imposible. Puedes alquilar motos para viajar, pero la conducción en Vietnam es bastante particular y peligroso para alguien que no está acostumbrado.

Seguridad

En verdad la zona norte de Vietnam, excepto Sa Pa, no es la más turística del país, pero no por ello es más peligroso o menos seguro. Con lo que realmente tendrás que tener cuidado es con los mosquitos cuando cae el sol y con el licor de arroz…

REPORTAJE EN COLABORACIÓN CON:
asiatica travel

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Buen reportaje de la zona y sus fotos correspondientes y verdaderamente es un país q con todos los conflictos q ha tenido merece ser visitado sobretodo por sus gentes tan amables que siempre es de agradecer

    1. Gracias Ana por tu comentario, y sí, estamos totalmente de acuerdo contigo. Los vietnamitas es un pueblo que ha sufrido mucho durante siglos, pero parece que se toman la vida de la mejor manera posible para vivir felices. Algo que a veces en occidente se nos escapa de las manos. Altamente recomendable la experiencia. Abrazos,

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