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Comparamos el Queen Mary 2 y el Oasis of the Seas

Nada más entrar encontramos una copa de plata en una urna. Llama la atención un trofeo de estas características en la entrada de un barco de pasajeros como el Queen Mary 2, de la compañía británica Cunard Line. «Fue entregada por los orfebres al fundador de la empresa de cruceros por enriquecer la ciudad de Boston», comenta Agustín Quesada, director general de MundomarCruceros y representante de Cunard Line. Él será nuestro guía en el buque.

Y es que, cuando en 1840 Samuel Cunard fundó la empresa que llevaría su apellido, no podría pensar que su propio negocio se convertiría en el primero en prestar un servicio regular de transporte de pasajeros entre el continente europeo y el americano.

Casi dos siglos después, uno de sus barcos insignia —el Queen Mary 2— llega a Barcelona después de estar más de 120 días dando la vuelta al mundo. Además, hoy, el buque de pasajeros más caro de la historia naviera —1.000 millones de dólares norteamericanos, según datos de la compañía— es el primero en fondear en la nueva terminal E (de nombre Helix) que se inaugura en el puerto de la ciudad condal.

Elegancia y sobriedad en el mar versus multitud

El Queen Mary 2, con más de 2.600 pasajeros y con 345 m. de eslora, se caracteriza por «tener unos pasillos amplios para que los pasajeros paseen con espacio», nos explican. Nada que ver con barcos como el Oasis of the Seas (de Royal Caribbean), el más grande del mundo, con 362 m. de eslora y más de 6.000 pasajeros a bordo, como tuvimos ocasión de visitar en 2014 cuando atracó en el puerto de Barcelona.

A diferencia de uno de sus competidores, el buque de Cunard tiene ese aire que nos recuerda al Titanic. Elegante, sobrio, de lujo refinado, con decoración art déco, con unas características especiales (zona canina, biblioteca, galería de arte, pista de baile, charlas en sus teatros con personajes de la cultura, sala de té de las cinco, sala de chocolates Godiva…), lo que le convierteen un transporte no apto para todos los bolsillos. La media para un camarote estándar cuesta más de 15.000 euros para realizar esta vuelta al mundo.

Ventanas desde la biblioteca
Biblioteca
Sala de baile
Copa regalada a Samuel Cunard

«El buque Queen Mary 2 tiene ese aire que nos recuerda al Titanic. Elegante, sobrio, de lujo refinado y con decoración art déco»

Salón de té

Visto así, no es de extrañar que por sus pasillos nos encontremos a gente de una media de edad de 65 años, en su mayoría ingleses y norteamericanos con mucho tiempo libre, aunque también se están sumando «españoles cada vez más y japoneses», nos revela nuestro guía dentro de las instalaciones. ¿Y chinos?, preguntamos. «Los chinos tienen un código ético de vestimenta un tanto diferente», sentencia.

En verdad se nota esa exclusividad, basta con ver al personal que trabaja en el Queen Mary 2, trajeados y perfectamente arreglados, cuidando con mimo las flores frescas o las colocación de las servilletas en los cinco restaurantes que hay a bordo (comparado con los 24 restaurantes del Oasis). También observamos a los mismos pasajeros que están a punto de bajar para conocer la ciudad barcelonesa. Esta vez se nos va a hacer más difícil hablar con alguno de los afortunados viajeros. Nada que ver con lo que vivimos en el Oasis of the Seas antes de iniciar un recorrido de cinco días desde Barcelona a Nápoles. «3.600 euros con propinas incluidas», explicaba orgulloso José a punto de embarcar en el Oasis. «Y esta vez tenemos balcón y todo en el camarote, me he fijado que no hay ojos de buey”, relataba muy feliz Josefina, la mujer de José.

Oasis of the Seas
Jardín interno

¿Cómo regular la sostenibilidad de los cruceros?

Ante la pregunta de cómo se gestiona la contaminación de estos buques, nuestro acompañante es tajante, «está comprobado que una única persona genera muchos más residuos en su casa que una persona en un crucero, aquí está todo controlado y clasificado». Además de este control interno que afirma la compañía Cunard, barcos de otras empresas de viajes como Carnival ya utilizan gas natural licuado (GNL) como combustible para mejorar la calidad del aire.

En 2017, Barcelona se convirtió en el primer puerto de cruceros del Mediterráneo con instalaciones para abastecer a los cruceros con GNL. Y hoy, en mayo de 2018, la recién inaugurada terminal E está diseñada para acomodar a la nueva clase de barcos verdes de próxima generación de Carnival.

Representantes de la política como Ricard Font, Enric Millo o de la industria naviera como el CEO de Carnival, Arnold Donald (en el centro), inauguran la nueva termina E en Barcelona

Al control de la contaminación ambiental, también hay que añadir la concienciación que cada vez más estas compañías de cruceros tienen en los lugares que visitan. Al llegar a la terminal vemos como decenas de autocares trasladan a sus más de 2.000 pasajeros a la ciudad, y si eso lo multiplicamos por cada barco atracado, la ciudad se convierte en un lugar inhabitable. Carnival anuncia que es consciente de ello, por ello parte de su política se centra en diseñar sus escalas en tierra minimizando las interrupciones en las comunidades locales que el turista visita.

Aunque si miramos las cifras del impacto económico del estudio de la Universidad de Barcelona —230 euros al día gastados por cada pasajero en la ciudad—, nos daremos cuenta de que el negocio de los cruceros en la capital catalana es imparable. Por tanto, es necesario buscar, dentro del sector, un control y unas alternativas más sostenibles para que ambas partes sobrevivan conjuntamente.

Hoy ha pasado sólo una hora y media desde que hemos entrado en el Queen Mary 2, en el Oasis of the Seas estuvimos unas cuatro horas, pero da igual, dentro de estos gigantes marinos el tiempo es lo menos importante. Ya lo explicaba nuestro anterior acompañante en el buque de Royal Caribbean, «si se fijan, en el suelo de los ascensores pueden observar un cartel donde indica el día de la semana en el que estamos. En el barco es fácil perder la noción del tiempo». Cierto, se pierde, pero lo ganas en conocimiento y experiencias visitando el mundo.


© ILUSTRACIÓN: CARLOS GARCÍA RUBIO


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