Es probable que vivas en Madrid y no sepas ni dónde está, o que hayas visitado la urbe más cosmopolita de la meseta en primavera y no te hayas movido del centro. Bueno, quizás al estar un poco lejos no es tan visitado, aunque basta coger el metro línea verde y en unos minutos accedes a él (calle de Alcalá, 512, en el distrito de San Blas). Apto para los amantes de la fotografía, de los almendros en flor y (eso sí) no apto para alérgicos…
La entrada principal tiene pinta de cementerio, aunque no pasan ni unos segundos para darse cuenta de que es un parque relativamente grande para la zona en donde está (28 hectáreas), y copado de árboles, la mayoría almendros, olivos, pinos, eucaliptus…
Pero… ¿qué es, un parque? Digamos que sí, aunque en origen era un parque de un lugar cerrado al público. El parque de la Quinta de los Molinos era una finca privada del arquitecto alicantino César Cort Botí. Pensemos que Madrid ahora es muy extenso, pero hace casi un siglo muchos de los barrios de hoy, eran núcleos aislados. Al norte del camino de Trancos fue donada como regalo del conde de Torrearias al señor Cort en 1920.
Desde ese momento, dentro del parque se construyó un palacete y se amplió la superficie por otras adquisiciones hasta que en los años 70 del siglo XX se alcanzó las 28,6 hectáreas que hay actualmente.
El porqué de este parque, y visitarlo en primavera
El arquitecto alicantino lo que pretendía, según fuentes oficiales, era recrear una finca con una apariencia agrícola y mediterránea, muy parecida a lo que veía en su lugar de procedencia. Por ello plantó almendros, olivos y algunos elementos arquitectónicos como los molinos para regar la tierra (elementos que le dan el nombre a la finca). De hecho hoy se puede ver claramente la diferencia entre lo que era una tierra agrícola y lo que era para uso cotidiano de sus inquilinos.
El pequeño estanque que hoy podemos ver en el medio de la Quinta era en origen una alberca utilizada para almacenar el agua extraída de los manantiales subterráneos —agua recolectada gracias a estos molinos de viento—, aunque también tenía una función meramente decorativa.
Pensemos que estamos en una ciudad muy transitada y respirar aquí durante unas horas aire puro, es un privilegio.»
Ya en 1925 se construyeron las dependencias para la agricultura, el palacete y la casa del reloj.
César Cort fallece en 1978 y los herederos y el Ayuntamiento de Madrid llegan al acuerdo de uso público de las 21 hectáreas de la finca, serían consideradas zona verde y Bien de Interés Cultural. El resto de la quinta se utilizaría para la construcción de viviendas.
La quinta hoy
En la actualidad, es una delicia pasear por el parque lleno de almendros en flor, y del silencio que abruma. Sea o no primavera. Pensemos que estamos en una ciudad muy transitada y respirar durante unas horas aire puro, sin apenas ruidos ni humos de coches, es un auténtico privilegio… al alcance de cualquiera. La mayoría de sus visitantes acuden «por recomendación» o «para hacer fotografías a los almendros», nos explican algunos de sus visitantes.
Nosotros os lo recomendamos los 365 días del años, bien para pasear, bien para correr, bien para perderse. Sólo tendrás que apuntarlo en tu próxima visita a Madrid (su horario de apertura es de 6:30 a 22:00 durante los 365 días del año), y sí, es gratis.
ILUSTRACIÓN DE CABECERA: BÁRBARA M. DÍEZ
Preferimos observar el contexto, captar instantáneas con el alma a través de una buena conversación que no con un teleobjetivo, elevamos el arte al nivel cultural que se merece en detrimento de la fotografía, y encontramos historias que suceden rápido pero que hay que entender. De este modo la experiencia se queda más dentro, se añade a tu currículum de vida, y tiene más valor espiritual que contar los países visitados. Si como añadido a esta línea de viaje le sumamos aquello con lo que trabajamos siempre, la infografía y la ilustración, resulta un viaje con un toque interpretativo añadido extra. Diferente a lo convencional.
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