Excursiones slowtravel para descubrir tu entorno
— Corre, corre, que llegamos tarde.
— Maldita huelga de metro, siempre igual, perjudicando a los usuarios… y por cierto, ¡qué sentido tiene, si hoy es sábado!
— Da igual, no te quejes ahora, sólo corre porque se irán sin nosotros. Y ojo con las vías.
Agradecimiento:
Atropellado por un tranvía. Así fue como el 7 de junio de 1926 el genial artista Antonio Gaudí perdió la vida en la intersección de la calle Gran Vía con la calle Bailén en Barcelona, antes de que este medio de transporte fuera enterrado poco a poco en la mayoría de las ciudades españolas. «Ahora nuestros tranvías poseen más sistemas de seguridad que los de aquella época, y además, no nos afectan las huelgas de transporte ya que somos una empresa privada con una concesión de 25 años desde el 2004» fecha en la que se inauguró el servicio, nos confiesa Humberto López, director general de Tramvia Metropolià de la capital catalana (TRAM), con la nariz manchada de harina y con las manos en la masa (sic).
No, no estamos en una escena deshonesta con el director, (no penséis mal) sino que nos hemos venido con el TRAM hacia el Bajo Llobregat (Baix Llobregat) en este #blogonair para hacer turismo de kilómetro cero y descubrir aquello que tenemos más a mano. km0, esa expresión que está muy de moda en los sectores alimentarios y que en el mundo del viaje se define como un traslado cercano, casi sin salir del entorno.
«El tranvía es un medio para hacer turismo como el avión o el coche, pero aquí no tienes controles de acceso», nos explica Humberto, «y está muy valorado por los vecinos», agrega.
Así nos lo manifiesta Isabel, originaria de Córdoba y vecina hace 50 años del barrio Ca n’Oliveres por el que discurre el TRAM del Baix Llobregat, nada más subirse con su carro rojo de la compra en el vagón en el que viajamos. «Esto va divino, hija, va muy rápido y para estos pueblos es una alternativa». Aunque al principio de las obras en 2001 «había mucha protesta, pero después estamos muy contentos».
¿Protestas?, «ya sabes, la gente siempre se queja de las obras y además los ciudadanos preferían el metro al tranvía, pero éste no se puede poner cuando no llegas a 60.000 habitantes», declara López, «ahora es el mejor valorado por la visión que se tiene de la calle y los buenos accesos». A Molina, un señor muy mayor con bastón y vecino de Cornellà también le parece todo bien, salvo la máquina de validar los tickets, «este aparato nunca me lee el billete», no sabemos si tiene razón o es que viaja con el mismo boleto desde hace años por el aspecto desgastado de éste.
Slowtravel, slowfood
En menos de 30 minutos (por 2,15€ si no posees el bono de 10 viajes que integra todos los transportes del área urbana de Barcelona) hemos salido de la ciudad condal —parada Francesc Macià— y nos hemos plantado en la localidad de Cornellà para desayunar. En el restaurante El Diván de los Sentidos cocinan muy lento —o un slowfood que dicen los modernos de ahora— desde hace nueve años «y con productos de proximidad, de kilómetro cero», nos comenta Eva Davó al lado de su marido, dueños del negocio. «Antes éramos un restaurante, ahora nos estamos adaptando al tener nuestro hijo y hemos apostado por los talleres y los juegos en la cocina», afirma.
Así que nos llevan a experimentar con la harina, con las manos en la masa y con los ojos tapados (sic). «Queremos que cocinéis algo sin ver, que os dejéis llevar por el olfato y el tacto; así que tapaos los ojos ya que empezamos», dispone con un gesto de la que ha sido madre hace poco, enfudada en su uniforme de cocinera como una gran chef.
Y entre harinas en suspensión, mantequillas, aceites y especias, Humberto López se sienta al lado de Mireia Monfort, Consejera de Turismo del Consejo Comarcal del Baix Llobregat, vestida y calzada de color turquesa —casualmente el color corporativo del TRAM— y portando unas grandes gafas llamativas blancas y negras. Ambos se relajan y comienzan a amasar.
«Siempre me han gustado las gafas de colores, ahora me estoy pensando en hacer un diseño propio porque hay una óptica que te las hace», nos explica Mireia mientras huele la harina y las especias que nos han dejado para echar a una masa que se convertirá en unas galletas de té. Pues «a mí me llaman el raro», sentencia Humberto, «ya ves, de ser ingeniero de caminos, a consultor viajando por medio mundo, y hace poco de director del TRAM». ¿Y ese cambio? preguntamos, «la vida, pero gracias a todo he aprendido a ver el mundo con otros ojos, a valorar lo que tenemos y a que no sólo hay una opinión y una opción, sino que hay muchas», nos revela mientras marca con un molde de estrellas su masa de galletas. Unas palabras que resuenan en nuestros pilares constantemente —en Babilonia’s Travel— y que hacen ver a un cargo como una persona cercana y empática con su entorno. «Hoy sábado no he puesto la lavadora, ya verás mi mujer, pero voy a llevar a mis hijas unas galletas para merendar…»
Ya parece que están horneadas, el olor que emana del horno de El Diván de los Sentidos, impregna toda la estancia que no es pequeña. Las galletas están listas, podemos seguir el camino.
Viaje en el tiempo
Después de hora y media con las manos en harina nos subimos al TRAM de nuevo dirección Sant Feliu de Llobregat, una de las paradas obligadas en la ruta del Modernismo junto con la Colonia Güell que por suerte, en los últimos años, está empezando a acercarse más al viajero. «Sí, el turista se queda más en Barcelona y le cuesta venir a las afueras, pero lo estamos consiguiendo», nos asegura la Consejera de Turismo mientras nos señala el edificio en el que trabaja a diario todo su equipo, enclavado en el parque de Torreblanca (entre los espacios municipales de Sant Joan Despí, Sant Just Desvern y Sant Feliu de Llobregat).
«Llegan tarde, señores», nos recibe en la puerta de un jardín —el de Torreblanca— el Señor Pou, un asistente de la aristocracia embutido en un traje gris del siglo XIX mirando su reloj de bolsillo. «Los señores Monistrol están esperándoles para la misa en la finca». ¿Finca? ¿señores?… y como si nos hubieran metido en una máquina del tiempo, en lugar de en un tranvía, estamos en el jardín romántico de la familia Monistrol en la localidad de Sant Feliu.
Especies de todo el mundo inundan este oasis de frescor en medio del Bajo Llobregat, al igual que un olor de rosas cultivadas que florecen en mayo como sucede en Temps de Flors (Girona). «Dicen que el señor ha sido el primero en toda España en traer una especie de rosa exótica», explica Pou, «también algún pino y…», de repente un grito estremecedor sale de la cueva que hay en medio del lago del jardín.
— ¡Aaaaaaah!
— Tranquilos, son los marqueses dando su habitual vuelta en barca.
«Buenos días, señores», soy Joaquim y mi mujer, los marqueses de Monistrol. «Es presidente de la Cámara de Comercio de San Isidro», recalca su esposa después de salir elegantemente de la barca en la que casi los dos acaban en el agua.
Él de negro, ella pelirroja ataviada con una falda color carmín, un corsé floreado y unos labios fucsias tunantes que, combinados con el guiño en uno de sus ojos, conquista a quien se le pone en el medio del camino. «He conseguido traer piedras de Montserrat para poder hacer esta cueva en medio del lago», añade. Vaya, con la marquesa… y el ayudante del marqués…
Además, «gracias al depósito de agua de la Torre podemos tener todas estas especies», nos explica Pou, «pero los señores deben marcharse ya a la misa, allí les esperarán», añade, al lado del palacio.
Lamentablemente la misa no se celebra ya que, esta vez sin tranvía, y tras andar unos metros, viajamos a los años 80 donde una política con grandes pendientes nos recibe para enseñarnos las obras de acondicionamiento que sufrió la finca para convertirla en lo que hoy es el parque de Torreblanca. «Mirad qué laberinto tan chulo tenemos, aquí estaba el palacio de los marqueses», interpreta bajo un sol de justicia revestida con unas hombreras muy de la movida madrileña. «Me votaréis, ¿verdad?».
Unas escaleras nos transportan de nuevo al año 2016 (hoy) y todos los personajes están ahí. Se hacen llamar Aura Cultura, unos arqueólogos fusionados en actores/actrices que «reinterpretamos la historia» y te hacen ser partícipes de lo que aquellas tierras tuvieron que vivir. «Trabajamos mucho para los colegios, es muy didáctico», explica el personaje de Joaquim, el marqués de Monistrol.
Aristocracia y trabajadores
También en Sant Feliu puedes descubrir joyas arquitectónicas como los pisos modernistas de la antigua fábrica textil Can Bertran, viviendas de finales del siglo XIX de 100 m² que ahora nos parecerían palacios, pero que para aquella época eran pequeños comparados con las grandes fincas de varias hectáreas que gozaba la aristocracia del lugar. Aunque «pensemos que el choque para los habitantes fue fuerte ya que el pueblo se transformó, de ser un lugar rural a uno industrializado», nos argumenta una de las guías que nos acompaña durante nuestro recorrido a pie. Y es que esta localidad fue pionera en esto de la industria en Catalunya ya que tuvieron una de las primeras máquinas de vapor en 1873.
Además, al estar cerca de Barcelona y al lado del río Llobregat, por Sant Feliu pasaba el Camí Ral (Camino Ral), uno de los caminos públicos principales antes de la existencia de la carreteras. «Jaume Falguera construyó el Palacio Falguera aprovechando esta situación ya que sabía que era un espacio de descanso y de comercio para muchos de los viajeros que tenían su destino en Barcelona», justifica nuestra guía.
El palacio también cuenta contaba con un jardín romántico del siglo XVII hasta la Guerra Civil, «un gran invernadero, un río, un embarcadero… después se destruyó todo y hoy queda lo que veis», nos explica, un pequeño jardín interior con un estanque al lado del Restaurante Aire en donde puedes celebrar una boda si te has casado dentro de algunas de las salas del palacio, o degustar algunos de los platos elaborados con aroma de rosa.
Al fondo, encerrada en una gigante vitrina y vigilando a los comensales cómo se hacen fotos selfies con sus mejores galas delante de un fondo color aguamarina, una inmensa carroza del siglo XVIII está expuesta. Fue traída desde Italia y «después de dar varias vueltas por museos como el MNAC (Museo Nacional de Arte de Catalunya), ha terminado su viaje aquí», explica nuestra guía.
Como nuestro recorrido de proximidad.
— ¿Qué, princesa, entonces, volvemos a casa en la carroza o vamos en el TRAM hasta una parada que conecte con el metro y hacer el cambio?
— No, vamos en TRAM hasta el final de la línea y después bajamos andando a casa, llegaremos antes. Recuerda que los trabajadores del suburbano están en huelga.
ILUSTRACIONES: Carlos García Rubio.
Nota: este #blogonair no hubiera sido posible sin la confianza depositada por parte de: Consorci de Turisme Baix Llobregat; Tramvia Metropolità (TRAM); Restaurante El Diván de los sentidos; Ayuntamiento de San Feliu de Llobregat y Restaurante Aire.
Directora y diseñadora de Babilonia’s Travel. Madrileña de nacimiento (1980) y enamorada de Barcelona (2013). En 2004, a su formación y experiencia como periodista, se une la infografía y el diseño ya que es en el periódico El Mundo (2004), en elEconomista (2006) y en el diario Negocio (2007) donde le enseñan a unir las letras al diseño, para después incorporarse a la redacción de revistas como Altaïr (2013), Fleet People (2012)… y cofundar la primera asociación de bloggers de viajes de Barcelona (2013). Después de casi 50 países visitados sabe que lo que importa son las personas y no coleccionar lugares ni fotos en un disco duro. Amante de la palabra «viajar» y vitalista. Curiosea y socializa con todo aquel que se le cruza en el camino para narrar y diseñar una buena historia.
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