Marchando inmersos en la comarca del Bages (Catalunya) por la carretera C-55 sentido Cardona, se erige ante nosotros la silueta imponente de la vetusta estructura románica de Sant Vicenç de Cardona. Esta joya del siglo XI surca la cresta de la colina cardonina cual barco sobre un piélago embravecido. Barco que ha sabido sobrellevar impertérrito las embestidas del mar del tiempo. Aunque la iglesia de Cardona no está sola, siempre ha sido vigilada de lado por un castillo más viejo que ella, construido en el año 886 por Wifredo el Velloso.
Y es que Sant Vicenç de Cardona es una iglesia con planta basilical de tres naves, transepto, tres ábsides y una cripta del siglo X. Desde el crucero se alza una cúpula cuya apariencia exterior es la de un cimborrio octogonal. La cubierta del complejo está construida con bóveda de cañón y sostenida con arcos de medio punto. Se accede a ella mediante un pórtico llamado nártex.
Elementos internos
El acceso al recinto sagrado se realiza mediante el nártex, pequeño pórtico cubierto por una bóveda de arista. A continuación avanzamos dentro de la nave principal cuyo pasillo ocupa más del doble que las laterales, siendo éstas monumentalmente estilizadas. Dicha nave central está techada por una bóveda de cañón reforzada con arcos fajones que descargan sobre los grandes pilares cruciformes.
El cuerpo principal se extiende hasta la cabecera interrumpido por su abreviado transepto que lo cruza transversalmente. Sobre el crucero se eleva una cúpula oculta por la piel de una torre octogonal vista desde el exterior. La cabecera del templo se compone de tres ábsides semicirculares, cuyo ábside principal, alberga el presbiterio con el altar mayor.
Bajo el ara se halla la cripta, estancia más antigua del complejo datada del año 980 a. C. y construida mediante bóveda de arista.
Para acceder a ella existen unas escaleras que bajan desde el crucero. El primer abad de Cardona destinó este espacio a un altar dedicado a Santiago Apóstol, hecho que vincula la cripta con los peregrinos que se dirigían a la ciudad de Compostela (Santiago de, en la actualidad) y enlazaban con el camino francés.
Cuentan los lugareños, que los peregrinos cuando llegaban a Cardona tenían la dificultad de atravesar el río Cardener que traía aguas muy crecidas. En el siglo XIV, el actual Puente del Diablo, se intentó construir pero quedó inacabado, hoy puedes observarlo desde lo alto del castillo.
El aspecto externo destaca por su funcionalidad como austeridad ornamental. La altura del templo se intuye gracias al dibujo de sus empinadas lesenas y sus verticales ventanales abocinados. La preeminencia henchida del ábside mayor se hace hueco entre los dos gregarios de menor tamaño. El muro semicircular del ábside es coronado por una cubierta semicónica plana de tejas oscuras.
Una de las estructuras visible es el cimborrio octogonal coronado por una cubierta piramidal octogonal, que esconde una cúpula en su interior. Toda la iglesia guarda semejanzas con el estilo románico lombardo, aunque apenas ornamentado.
El claustro actual no conserva el techo y está muy deteriorado por el paso del tiempo. Y es que la posición de la fortaleza de Cardona –dominando el acceso al valle del Llobregat y Barcelona desde los Pirineos–, tuvo una gran importancia durante la Guerra de Sucesión.
En el siglo XVI, el castillo medieval se adaptó a las armas de fuego y aprovechó las laderas a modo de defensa. En 1711, según cuenta los datos recogidos en Cardona, esta fue asediada por tropas francesas y castellanas que la ocuparon, aunque el castillo resistió.
La caída de la ciudad de Barcelona, el 11 de septiembre, determinó el destino de Cardona ya que todos los fusileros de montaña y las tropas que habían estado como retaguardia ante al asedio por el ejército de Felipe V, fueron exiliados. Hoy, desde lo más alto, se percibe esa sensación de soledad.
Preferimos observar el contexto, captar instantáneas con el alma a través de una buena conversación que no con un teleobjetivo, elevamos el arte al nivel cultural que se merece en detrimento de la fotografía, y encontramos historias que suceden rápido pero que hay que entender. De este modo la experiencia se queda más dentro, se añade a tu currículum de vida, y tiene más valor espiritual que contar los países visitados. Si como añadido a esta línea de viaje le sumamos aquello con lo que trabajamos siempre, la infografía y la ilustración, resulta un viaje con un toque interpretativo añadido extra. Diferente a lo convencional.
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