Aprender geografía con historias de faros (y fareros)

Hace muchos años vimos en un mapa: Islas Pitcairn. Corriendo fuimos a Google Maps. Por aquel entonces ya existía la aplicación digital, porque si hubiéramos buscado estas ínsulas en un mapa convencional, seguramente habríamos tardado algún tiempo. Allí estaban, en medio de la Polinesia, en Oceanía. A ellas sólo se puede acceder una vez a la semana y a través de un carguero, al menos hace unos años. Es lo que se llama en el argot viajero, un lugar por descubrir, casi aislado y seguramente virgen a los ojos del turista. Y pensamos: «Algún día…».

Hoy hemos tenido el mismo sentimiento terminando de leer el «Breve atlas de los faros del fin del mundo», editado por Ediciones Menguantes. Que levante la mano quién sepa dónde se encuentra el mar de Ojotsk, la isla de Wenwei Zhou y la península de Svyatonossky, entre otros. Queremos viajar a los 34 faros que se relatan en este libro, no sólo porque ya conocemos todas las historias que sucedieron en cada uno de ellos, sino porque son espacios y rincones de vida humana antes de mar adentro, y eso para cualquier viajero tiene un significado más que romántico.

Vidas de faros y de fareros relatadas a través de cartas naúticas, de ilustraciones —de esas que nos gustan— (basadas en fotografías originales tratadas de una manera muy particular) y pequeños textos —de 500 palabras— que cuentan desde historias fantasmagóricas a historias de gatos, fallecimientos sin rescates, mutilados de guerra que se convierten en fareros, faros que están sumergidos en agua, radiaciones nucleares como el del cabo de Aniva (Rusia), narraciones sobre cómo la llegada de la luz supuso el fin de muchos de los fareros, apariciones, faros casi inaccesibles como el de Guardafui en Somalia, mujeres fareras…

La experiencia de la soledad

Su editora, Lía Peinador, y su autor, José Luis González Macías, nos desglosan cómo han llegado a estos 34 faros, a sus historias y por qué las atalayas para describir el mundo. Un planeta que quizás esconde muchos espacios desconocidos a visitar para algunos y que para otros es un lugar donde disfrutar de uno mismo, de la soledad. José Luis escribe en el prólogo: «Es una forma de vernos reflejados en el espejo de la condición humana, la experiencia de vivir en soledad, del reto de la supervivencia, el vacío por no estar amparados… pero para ellos, los fareros, el aislamiento es el premio».

Atlas quizás no es el término más apropiado para este libro. Preferimos llamarlo «Pasaporte para viajeros románticos». Nos ha trasladado a lugares a los que posiblemente nunca podamos llegar. O sí. ¿Quién sabe? Abrimos Google Maps, escribimos la longitud y latitud que aparece en la ficha técnica de cada faro y a ver qué nos sale… Esto de las tecnologías. Gracias a ellas pudimos, durante una pandemia mundial, conectar con los autores y grabar esta entrevista donde nos desvelan todo de los faros y sus fareros.

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