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Desde los Juegos Olímpicos de 1992 celebrados en Barcelona, en Cataluña el turismo «se ha multiplicado por cinco y se ha volcado en los cruceros», lo que se traduce en casi 21 millones de viajeros alojados en hoteles frente a los 500.000 en alojamientos rurales. Además de generar un impacto medioambiental de alto grado, ya que «un turista que llega en avión y va a un hotel de cinco estrellas puede generar 8 veces más emisiones que la vida diaria de un ciudadano».

Con estas declaraciones de Joan Buades, escritor e investigador especializado en turismo y cambio climático, arranca la cuarta y  última sesión del ciclo «Piensa global. Viaja local» (que organizamos junto al Espacio de Consumo Responsable del ayuntamiento de Barcelona, y a Aethnic) enfocada en el turismo gastronómico y agroecológico. Cabe pensar que con este panorama el futuro del turismo rural no es muy alentador, más sabiendo que sólo en Cataluña «han desaparecido casi 7.000 pequeñas y medianas fincas agrícolas en los últimos diez años, y la población activa agraria no llega al 1%», añade el investigador.

Mas, ¿qué entendemos por casa rural? Según la Unión de Payeses de Cataluña, «es un establecimiento de agroturismo en donde el titular es un payés profesional que obtiene rentas agrarias, y los usuarios pueden conocer las faenas y las actividades propias de la vida de payés». Sin embargo, «la mayoría no son fincas donde hay un cultivo para mostrar los trabajos, sino que son pequeños hoteles en el campo y que hipotecan recursos como el agua», destaca Buades en su intervención. Si no hay producción rural no deberían existir, tal y como se destaca en el manifiesto por un turismo responsable y sostenible, pero «se vende como una solución a la despoblación» de algunos territorios, «la población se va y se construyen las casas rurales como alternativa».

La importancia de lo agrario en la era post COVID

Y es que tener una crisis sanitaria —política y económica, entre otras— como la que ha producido de manera colateral el coronavirus, quizás nos lleve a replantearnos modelos que antes los teníamos como inamovibles (como bien apunta el diario británico The Guardian en este artículo), y dar más importancia al mundo rural por aquello de que es mejor comprar local y comer productos de temporada. «La crisis del COVID nos ha hecho ver que es importante tener fruta y verdura de proximidad (…) y que es beneficioso para nuestra salud», señala Joan Buades. Entidades como Arran de Terra «ya reclaman medias para dar soporte y promover la agroecología y la soberanía alimentaria como una salida a la crisis», destaca el escritor.

La mayoría de las casas rurales no son fincas donde hay un cultivo para mostrar los trabajos, sino que son pequeños hoteles en el campo y que hipotecan recursos como el agua.»Joan Buades

Aunque es un sector —el agrario— envejecido, más del 25% de los payeses tienen más de 55 años, y la ocupación en este sector desciende de manera descontrolada (como pueden verse en estas infografías), seguimos descubriendo proyectos con alma que aportan su grano de arena en el sector. Además, uno de los objetivos que nos propusimos con este ciclo es dar visibilidad a proyectos y empresas —pequeñas y medianas— que están ahí pero que de una manera u otra pasan desapercibidas para el público general, y contribuyen con sus posibilidades a enriquecer su parcela.

infografía agroecología
infografía agroecología
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Es el caso de La Sargantana Badalonina, la cooperativa de servicios a la restauración y al turismo responsable. Anna Abellán, una de las responsables del proyecto, nos explica que «nace hace 24 años en Badalona como restaurante con productos de proximidad y ecológicos». Poco a poco se han ido especializando en la elaboración de vino acompañado con actividades alrededor de la viña, «transmitiendo los valores como la cultura propia del vino, la historia (…) y que sea una excusa para hacer la actividad local», añade.

Otro de los proyectos, en este caso más social, implicados en el ámbito del agroturismo es L’Olivera Cooperativa. Dolors Llonch, su coordinadora y responsable, nos desarrolla muy detalladamente como la cooperativa «nació con la intención de dedicarse al campo y con la finalidad social de recuperar personas que en el mundo rural vivían muy cerradas en casa con dificultades». Hablamos de los años setenta. «Desde 1974 hemos sido capaces de producir un producto enoturístico de mucha calidad». Años después se instalan en Can Calopa, en el Collserola, en donde se construye una residencia para trabajadores con diferentes discapacidades funcionales «que son los que trabajan como el que más», apostilla Martí Monfort, integrante también de L’Olivera. Vimos como «el turismo tenía que estar ligado con la sostenibilidad económica y medioambiental, generando una relación más cercana con el cliente, más cálida que no estar en un mostrador de la tienda (…) y también ayudar a determinados perfiles para la inserción laboral», agrega.

ponentes

Y nosotros, ¿qué podemos aportar para el cambio como ciudadanos?

Iniciativas tanto sociales, como turísticas, como locales que nos hacen entender que el mundo del kilómetro cero está a nuestro alcance para poder crear un entorno más rico y de más calidad humana y ambiental.

Nosotros como ciudadanos tenemos la iniciativa de poder cambiar cualquier paradigma, independientemente de lo que comuniquen los grandes lobbys y los partidos políticos de turno, «hemos de recuperar las ciudades para los que viven en ella», destaca Joan Buades, «esto proporcionará más calidad de vida».

La crisis del COVID nos ha hecho ver que es importante tener fruta y verdura de proximidad (…) y que es beneficioso para nuestra salud»Joan Buades

Una vida que puede estar marcada por cuatro recomendaciones según el profesor. La primera es hacer vacaciones cercanas, «reducir mucho los viajes en avión el coche privado». La segunda, comprar a los mercados locales que producen ecológico, de temporada y de proximidad (recomendamos esta herramienta para saber la huella ecológica de los productos que consumimos). Una tercera sobre promover la economía solidaria como «una alternativa al capitalismo que contribuye a arruinar el mundo rural» con proyectos cooperativos que se pueden encontrar en Pam a Pam. Y por último, protestar y organizarse con asambleas de barrios, plataformas vecinales… «El lobby lo tenemos que hacer nosotros, no las grandes empresas (…) hemos de ser capaces de cooperar, mirar por tu barrio y aprender entre nosotros», concluye.

Un lugar de debate como este, limpio, sin líneas establecidas y abierto a todo el mundo desde Babilonia’s Travel creemos que debería también ser una opción, como sucedía en las antiguas ágoras griegas o foros romanos, pero lamentablemente en la mayoría de los casos pesan más los intereses personales que el colectivo. Ojalá espacios como este ciclo nos ayuden, al menos, a seguir reflexionando y a mejorar, porque el viaje comienza siempre en nosotros mismos.

© ILUSTRACIONES: CARLOS GARCÍA RUBIO (Cabecera: técnica acuarela; interior: mixta (digital y pluma))

ciclo de turismo
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Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Creo que lo importante es entender lo que hacemos, por que lo hacemos y que efecto crea en nuestro entorno, no creo que el turismo se destruya, más bien al contrario, así que es un trabajo interno el que hay que hacer. Saludos.

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