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CalleHace 100 años –el 16 de agosto de 1913– ni los vecinos del barrio barcelonés de Gràcia podían imaginar que unas fiestas que empezaron como un entretenimiento de la antigua villa de Gràcia, se iban a convertir en un reclamo turístico que año tras año pica la curiosidad de los turistas y viandantes, y que hace aumentar exponencialmente las reservas online de distintas formas de alojamiento como hostales y alberges, y apartamentos como los estudios de Oh-Barcelona y otras webs de buscadores de alojamientos relacionadas, en los que además puedes ahorrar un poco de dinero mientras visitas la ciudad.

Cualquier fiesta mayor de un barrio de una gran ciudad siempre destaca por sus conciertos, sus bailes, sus barras de bar en medio de las calles, pero lo que sucede en Gràcia del 15 al 21 de agosto de cada verano es una transformación que se gesta durante todo el año.

El resultado es el poder vivir unos mundos paralelos en medio de la urbe, algo inédito en el día a día.

Así puedes pasear dentro de una mina, ver como unos muñequitos pican la pared que antes era un portal, convertirte en un granjero, ver a las ovejas y a los pollos cómo se defienden en la ciudad, conducir tractores de plástico, observar a las abejas en medio de una calle de hormigón, cómo un espantapájaros también es útil en las ciudades, adentrarte en una selva y con un lago, ver cómo crecen las flores gigantes en los balcones de las casas, ser un miembro más de Angry Birds o, incluso, regresar al pasado y convivir con los dinosaurios, entre otros.

La tradición de padres a hijos y de vecino en vecino

Durante más de once meses los vecinos del barrio de Gràcia se juntan, charlan y deciden sobre la temática del año siguiente. «Aunque cada vez más somos sólo los más mayores los que seguimos con la tradición«, nos comenta apenado un vecino de la zona cenando con él, «y son menos las calles que participan –unos 20 cuando hubo años que llegaron a 70– y menos los que se involucran en esto», añade.

Una costumbre que se inició en 1913 con la excusa de reciclar los materiales y darles otro provecho –bolsas de plástico, cartones, etc.–, y que hoy se ha extrapolado tanto que parece una mera competición dejando a un lado la tradición en sí misma. «Incluso antes los premios, al menos, tenían una recompensa económica, ahora ya ni eso», expone el vecino.

Unas fiestas que aunan lo mejor de una tradición anual como pueden ser los conciertos en directo de noveles, las actividades populares –carreras, concursos, etc.–, los castellers típicos catalanes, los correfoc (correcalles de fuego), las chocolatadas y, en definitiva, el estar con la gente en la calle y pasarlo bien. Compartir, hablar, bailar, comer… algo que no debería perderse por la falta de tiempo.

Ojalá el año que viene no sean sólo 20 calles, sino que la cantidad sea más positiva.

Jurado
Babilonia’s Travel como jurado popular de los pasteles del carrer Camprodon. Gracias!

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