Somosierra es la sierra más central de la Península Ibérica, en el extremo norte de la Comunidad de Madrid y en el este de la provincia de Segovia. Suele ser la vía de escape de muchos madrileños cuando el asfalto les empieza a cansar, bien durante horas o durante años… Este es el caso de Daniel Sánchez, monitor de educación medioambiental que dejó su formación y trabajo de mecánica para trasladarse a esta región de la sierra –al pueblo de Braojos– y realizar rutas nocturnas para ver gnomos…
«Al principio sales con miedo de ver animales, sobre todo cuando sales solo», asegura Daniel. Pero sí que es cierto que es una manera, a veces, de contemplar animales y aves en medio del bosque (zorros, jinetas, garduñas, gato montés, búho real…).
Las rutas lleva un tiempo organizarlas, y «como en los pueblos no hay nada, te enganchas y aprendes un poquito más; acabas convirtiendo ese hobby en una forma de trabajo», explica el monitor de Braojos.
Todo empieza con la caída del sol, a eso de las 19.30 de la tarde. El camino comienza empinado para poder subir hasta una colina en medio del bosque y vislumbrar el crepúsculo.
Después de la puesta de sol, el recorrido –de unos seis kilómetros– se vuelve más llano y es cuando puedes empezar a disfrutar todo lo que el bosque te puede ofrecer sin un ápice de luz o lo que tu linterna te deje ver.
Setas auricularias, abedules y árboles tejos empiezan a presentarse en nuestro camino. El caso del tejo está rodeado de leyendas que Daniel te puede explicar, una de ellas tiene relación con la expresión tirar los tejos… «Las semillas del tejo son los tejos y los chicos, antiguamente, se los tiraban a las chicas para que les hicieran caso…», explica el creador de la página de Braojos Rural. En la actualidad, su sustancia –el taxol– es una de los elementos más empleados en tratamientos de quimioterapia contra el cáncer.
Refugios naturales formados por plantas de acebo, de varios metros de altura, surgen en nuestro itinerario. Daniel nos asegura que es un sitio perfecto para los cazadores cuando están esperando a sus presas.
La ruta sigue pero el hambre aprieta y la actividad casi finaliza. Grandes compañías, un bocata y una botella de agua –o, en su defecto, una buena bota de vino ;) –son los perfectos compañeros para hacer una parada y subir la vista un poquito más arriba de los árboles. Las estrellan nos esperan para ser observadas y para que nuestro monitor nos explique el origen mitológico de la vía Láctea…
Pero cuando haces esta actividad cerca de Madrid corres el riesgo de tener una contaminación lumínica bastante importante de la capital. Ya podríamos ahorrar un poquito en luz, no?… Aunque, según garantiza Daniel, lo mejor es hacer como los antiguos piratas, taparte un ojo para que se adapte a la oscuridad y luego destaparlo… o creías que estaban todos tuertos!
Una noche en la que puedes mezclar el deporte, la naturaleza y el conocimiento… Aunque abre los ojos todo lo que puedas, mira al cielo las estrellas fugaces y mira quien tienes detrás, podrías tener un gnomo vigilando.
Nota: foto de la Vía Láctea cedidas por Braojos Rural.
Fotografía de cabecera: Verino77 / CC BY-SA
Preferimos observar el contexto, captar instantáneas con el alma a través de una buena conversación que no con un teleobjetivo, elevamos el arte al nivel cultural que se merece en detrimento de la fotografía, y encontramos historias que suceden rápido pero que hay que entender. De este modo la experiencia se queda más dentro, se añade a tu currículum de vida, y tiene más valor espiritual que contar los países visitados. Si como añadido a esta línea de viaje le sumamos aquello con lo que trabajamos siempre, la infografía y la ilustración, resulta un viaje con un toque interpretativo añadido extra. Diferente a lo convencional.
Interesante el artículo y muy curioso además e momentos de lu na llena o eclipse sera un buen espectáculo sobre todo por la tranquilidad que se cuenta
Sí, la verdad es que es una experiencia interesante, sobre todo si amas la naturaleza. Gracias por tu comentario!!!