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Hace unos cuarenta millones de años, según fuentes científicas, el territorio gerundense formaba parte de un mar tropical poco profundo, aquellas cálidas aguas fueron biótopo de un organismo unicelular marino con forma de lenteja llamado Nummulites. Estos  nummulites quedaron atrapados a lo largo de los milenios entre capas de caliza convirtiéndose así en un material pétreo compacto y duro, que fue óptimo debido a su resistencia a la intemperie y por la cercanía de su extracción.

La caliza nummulítica es denominada pedra de Girona, cuya solidez y belleza fue aprovechada para tejer el entramado urbano desde la Edad Media hasta nuestros días. Por doquier mire el caminante siempre observará su textura conglomerada en forma de cimientos, sillares, dovelajes, muros y contrafuertes. La podemos hallar como material constructivo en la catedral y su escalinata, la muralla, el Antiguo Palacio de Justicia, el Palau de Agulla…

Una misma caliza sobre la que cada civilización supo imprimir su identidad cultural durante las diferentes etapas históricas de Girona.

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No todo está en las calles en Girona, también está en las alturas.

Una muralla romana y ampliada en época medieval –tras la restauración moderna después de la destrucción francesa en la guerra de Secesión–, permite hoy pasear por el camino para poder admirar Girona desde lo más alto. Además, tienes diversas torres de vigila que ahora son grandes miradores para observar la ciudad y hacer fotos desde otro punto de vista.

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Si visitas Girona, seguro que pasearás por la calle de l’Argentería. En verano, concretamente en la época en que la ciudad se viste con flores (Temps de Flors) verás un muñeco colgado de un palo en medio de dos edificios. No, no es ninguna otra moda callejera ni arte.

bufón
Agustí-Tarlá

Los autóctonos nos comentan el origen de Agustí-Tarlá, un bufón que entretenía a los ciudadanos de Girona en época de peste ya que en este barrio se les mantenía en cuarentena. Él se dedicaba a hacer monerías para todos los públicos.

El bufón tuvo tanto éxito que muchos de los enfermos sanaron y otros simplemente se distraían de su dolencia el rato que echaban viendo al Tarlá, que seguía haciendo todo tipo de acrobacias subido al palo. Fue imitado y poco a poco su esencia se fue quedando en todos los habitantes con el paso del tiempo.

Hoy, se le rinde homenaje con la llegada de la primavera, un periodo de vitalidad y alegría que hace recordar el espíritu de Agustí-Tarlá.

Aquí os dejamos su cuento:

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