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chino

Todo comienza a través de un mensaje de whatsapp. Lengua y tradición, reza el titular de la imagen enviada, y por debajo se mezcla la tipografía occidental con la china. Una nota al final del texto deja bien claro que el acto es bilingüe, en catalán y en chino.

Al entrar en la sala es como viajar a miles de kilómetros. Los vecinos chinos del barrio han llegado hasta la biblioteca del Fondo, en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) para acompañar a su compatriota y a su lengua. Ahora llenan el espacio con tal mayoría que prácticamente somos nosotros los que nos sentimos casi extranjeros.

El Consorcio por la Normalización Lingüística (CNL) —para fomentar y ayudar en el aprendizaje del catalán— ha organizado un encuentro en donde se habla precisamente de la integración en una región a través de la lengua, y Wang Qian puede dar ejemplo de ello. Después de ocho años viviendo en Barcelona, aprendiendo castellano y sólo con un año de catalán, hoy traduce de la lengua de la señera a su idioma obras como las de Mercè Rodoreda o las del mismísimo Josep Pla.

El señuelo, una madre china en Barcelona

De pelo largo negro, escondido detrás de unas gafas de profesor, de traductor, y vestido a lo occidental, Wang Qian mira con cara de asombro a Anna Lanau, profesora de catalán para chinos que traduce al idioma del país comunista el principio de la charla conducido por Noemí Ubach, coordinadora del CNL L’Heura en Santa Coloma de Gramenet.

Después de ocho años viviendo en Barcelona, aprendiendo castellano y sólo con un año de catalán, hoy traduce de la lengua de la señera a su idioma obras como las de Mercè Rodoreda o las del mismísimo Josep Pla

«No desconectemos cuando se hable en catalán, intentemos traducir ya que será una práctica para vosotros», afirma Ubach de una manera pausada, para que los asistentes —alumnos de catalán— le entiendan. Todos aplauden al unísono cuando Anna les traduce a su idioma de origen, se palpa el respeto que siempre tiene la comunidad china, es admirable.

Tal es la carencia de miedo para enfrentarse a una lengua no materna, que Wang Qian nos descubre su estudio de «un poco de ruso», añadido al castellano y catalán que ya tiene. Cuenta que vino a Barcelona porque su madre vivía aquí y que lo primero que sintió cuando llegó a esta ciudad después de su largo viaje desde China fue que «por fin ya estoy con mi madre».

El aprendizaje de la lengua le ha servido durante los ocho años que está en España «para poder vivir más fácilmente y con comodidad», aunque también revela que detrás de esta aspiración por aprender hay una persona importante que le ha motivado más aún a aprender catalán, «pero no estoy casado», añade de manera tímida.

El idioma, un compañero de viaje indispensable

Realmente a veces cuando viajamos no nos damos cuenta de la importancia que tiene la lengua del país que visitamos. Nos quedamos muchas veces con el inglés que llega a todas partes —en ocasiones por una historia de antiguas colonias—, con el castellano, con el francés y, a veces, hasta con el lenguaje de signos, pero en verdad cuando se habla la lengua del lugar, conoces a las personas que habitan en él. Aunque sean las cuatro palabras básicas.

Para Wang «es indispensable aprender la lengua», sobre todo después de tener una experiencia en el hospital con su madre. «Cuando vieron los médicos que era un chino que hablaba catalán, vi una sensación muy cariñosa hacia mí», es un esfuerzo que realiza el hablante ante una lengua que no es la suya y, eso, se agradece. A veces no lo tenemos en cuenta.

Así que después de ocho años viviendo en Barcelona, aprendiendo castellano y catalán, Wang Qian se ha lanzado a traducir obras de escritores catalanes (Tots els contes de Mercè Rodoreda y El quadern gris de Josep Pla). «Que yo sepa soy el primero», cuenta a BABILONIA’S TRAVEL. Ahí es nada. Se le ve muy decidido. Su secreto ante el idioma lo deja claro, «dominar la fonética y pronunciar como los nativos». Oyéndole, parece todo más fácil, incluso el chino con sus miles de caracteres. Eso sí, el idioma lo tiene controlado, damos fe, pero todavía no se acostumbra a comer sin palillos y a la comida catalana, «en China comemos las cosas más calientes», confiesa.

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Nota: desde el 2016 Wang Qian colabora activamente con Mònica Moyano, asistente también a esta charla de Lengua e integración. Entre ellos han creado un grupo de personas que dan soporte emocional a los niños que tiene Mònica en China. Su historia, personal y profesional es admirable, estamos trabajando para contártela muy pronto.


© Ilustración de cabecera: Carlos García Rubio.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Hola,
    No podia estar más de acuerdo con lo que dice Wang Qiang ( João King). Aprender el o algo del idioma nativo se vas a estar ahí es un signo de respeto muy grande hacia los locales. Es como se dices » oye vengo aqui porque me gusta tu cultura, no porque el alcohol es casi gratis en tu p#%& tierra», no sé… Es más, recuerdo que visitando Istambul, una de las cosas que más làstima me dió fue no poder decir gracias en turco porque ¡¡¡es impronunciable!!!, me daba hasta vergüenza.
    Así que enhorabuena a Wang, salut y fuerza al catalán

    1. Totalmente de acuerdo con tu pensamiento. Cambian muchos las relaciones interpersonales si ponemos un poquito de nuestra parte con el idioma del país que visitamos, aunque sea un hola, adiós, buenos días y gracias. Por cierto, gracias por tu comentario, Sonia!!!! 🙂

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