«Este es nuestro día a día. Sabes cómo se va tu hijo a la escuela pero no sabes si volverá cantando en el bus o te entregarán sus restos en una caja de madera.»
Hace ya casi diez años que estas palabras se me grabaron a fuego en la cabeza. Era un soleado verano de 2008 en Israel. Estaba de vacaciones con mi familia disfrutando de los lugares sagrados, conociendo ciudades e intentando entender a su gente, al pueblo israelí. En aquel momento estábamos en el muro de las lamentaciones de Jerusalén, en el espacio habilitado para mujeres, y me picaba el gusanillo periodístico de saber lo que sentían ellas allí. Después de un rato hablando de nuestro lugar de origen, de quiénes éramos, una mujer —y madre— se abrió y me explicó su sentir con esa frase.
Por aquel entonces yo tenía 28 años y, sinceramente, aunque hasta ese momento la vida ya me había regalado unas cuantas bofetadas en la cara, realmente no terminaba de comprender lo que la mujer me hacía llegar con su aliento. Ella vivía en el Oriente Medio. Yo en Europa, y nos gusté o no hasta entonces las diferencias en cuanto a seguridad eran más que percibidas. Era casi imposible y muy difícil que me pusiera en su piel.
Lo mismo me sucedió cuando crucé la frontera rumbo a Palestina. El mismo argumento pero al otro lado del muro. Mismas mujeres, mismas madres, mismos hijos, mismos sentimientos. Decían exactamente lo mismo y yo seguían sin empatizar del todo. A fin de cuentas en unas semanas volvería a Madrid y a mi rutina.
El cambio de estado en España: 17 de agosto de 2017, 17:00 horas (17-17-17)
En periodismo hay una tónica que se estila bastante en la facultad. La agenda de medios. ¿Y qué es? bueno, es una lista de prioridades en la que se decide por orden de importancia y geográfico que noticias tendrán cabida en los medios en ese día. Algo parecido sucede de manera inconsciente en nuestras cabezas. No es lo mismo que muera un conocido que un hijo, un novio, una esposa, un amigo cercano… lo sentimos diferente y lejano.
Ella vivía en el Oriente Medio. Yo en Europa, y nos gusté o no hasta entonces las diferencias en cuanto a seguridad eran más que percibidas. Era casi imposible y muy difícil que me pusiera en su piel.
Ahora salimos a la calle, nos manifestamos, hacemos misas, visitamos hospitales, ayudamos, firmamos libros de condolencias, guardamos minutos de silencio… intentamos paliar el dolor y entender que la vida, con el terrorismo actual instalado, ya no será igual, aunque luchemos día a día para que sí lo siga siendo.
La guerra en las trincheras de Twitter (y de Whatsapp)
Ni siquiera internet se libra de la batalla exterior. Y puede que con lo que destaque en estas líneas seamos censurados por unos y aplaudidos por otros. Pero si por algo elegí dirigir y editar mi propio medio, por pequeñito que sea, es porque estaba agotada de lidiar con determinadas ideas impuestas.
Quizás no tengamos padrinos que nos ayuden y nos avalen, quizás no seamos pelotas por interés, quizás no sigamos lo establecido en cuanto a revista de viajes en sí, quizás no seamos del montón, quizás nos diferenciemos y por eso nos cuesta crecer más rápido que a otros, quizás no seamos normales (entendiendo qué es normal)… quizás… ¡y qué más da si entendemos que hacemos bien nuestro trabajo!
A las 17:00 de la tarde del día 17 de agosto de 2017 (17… parece ser el número), estaba en mi casa, en Barcelona. Ahora ésta también es mi casa, después de casi cinco años viviendo aquí, y no esperaba que fuera a vivir lo que había sentido en Madrid en 2004.
Y puede que con lo que destaque en estas líneas seamos censurados por unos y aplaudidos por otros. Pero si por algo elegí dirigir y editar mi propio medio, por pequeñito que sea, es porque estaba agotada de lidiar con determinadas ideas impuestas.
Una notificación de Whatsapp de mis padres a 700 km de distancia me hizo quedarme en mi redacción hogareña. «No salgas», rezaba mi madre. Y por respeto a ellos no lo hice, pero intenté recabar la máxima información que se iban generando en las redes sociales de forma prudente. Por Whatsapp me llegaban mensajes y audios de diferentes fuentes, de contactos, de amigos, de conocidos, de familiares… y en Twitter en las cuentas oficiales, poco a poco y desgraciadamente, se confirmaba casi todo.
Y como si de una barra libre se tratara, mi línea del tiempo en Twitter se llenó de imágenes del horror, de sangre y de cuerpos inertes. Pronto aparecieron mensajes en contra, que si la ética del periodismo, que si esto se enseña en asignatura de odontología, unos a favor, otros en contra… En fin. Si quieren saber mi opinión, en contra totalmente. Creo que una buena imagen de gente abrazándose o una estupenda ilustración que hubiera hecho referencia a la paz, a la ayuda, a la empatía, al terror, junto a unas buenas letras en un buen titular hubieran bastado. Como reza Xosé Manuel Pereiro en Ctxt, «hay realidades cotidianas trágicas, como los abusos sexuales o la violencia de género que nadie, que yo sepa, considera necesario difundir con imágenes explícitas. Para sensibilizar sobre las consecuencias de un acto terrorista que ocasiona 14 muertos y un montón de heridos no hace falta que veamos la cara de las víctimas». Pues eso #eticaperiodismo.
Y como si de una barra libre se tratara, mi línea del tiempo en Twitter se llenó de imágenes del horror, de sangre y de cuerpos inertes.
Cómo también el momento más esperado, la #catalanofobia y la llegada de un jubilado ministro del Interior como es Jaime Mayor Oreja que explicaba en El Español «los españoles merecían que les explicaran los atentados en español». Imaginen Twitter ardiendo, pues eso. ¿Qué importa el idioma cuando hay muertos? No pondré ninguna referencia de tweets porque lo creo de mal gusto, pero busquen el hashtag y leerán de todo. Aquí lo voy a intentar explicar en muy pocas frases.
Señor@s catalanofóbicos soy madrileña y vivo en Barcelona desde hace casi cinco años, unida muy felizmente a un catalán, y hablo y entiendo su idioma. ¡Uf, lo que he dicho! Sí, lo que leen.
Jaime Mayor Oreja que explicaba en El Español «los españoles merecían que les explicaran los atentados en español». Imaginen Twitter ardiendo, pues eso.
El silencio en la calle
Con toda la información en la cabeza, pocas horas de sueño, mucha lectura en un día completo para entender, más llamadas, emails y mensajes, al día siguiente de los atentados salí a la calle. Es curioso como un viernes de agosto la ciudad respiraba silencio. Un silencio que hasta se podía oír.
Unas cuantas manzanas y llegamos a la zona cero, el lugar del suceso. Un escenario bien diferente del que llevaba leyendo en Twitter 24 horas atrás. Ni un insulto, ni faltas de respeto. Todo desaparece cuando llegas a ver con tus propios ojos la realidad sin pantallas.
Todo desaparece cuando llegas a ver con tus propios ojos la realidad sin pantallas.
Directora y diseñadora de Babilonia’s Travel. Madrileña de nacimiento (1980) y enamorada de Barcelona (2013). En 2004, a su formación y experiencia como periodista, se une la infografía y el diseño ya que es en el periódico El Mundo (2004), en elEconomista (2006) y en el diario Negocio (2007) donde le enseñan a unir las letras al diseño, para después incorporarse a la redacción de revistas como Altaïr (2013), Fleet People (2012)… y cofundar la primera asociación de bloggers de viajes de Barcelona (2013). Después de casi 50 países visitados sabe que lo que importa son las personas y no coleccionar lugares ni fotos en un disco duro. Amante de la palabra «viajar» y vitalista. Curiosea y socializa con todo aquel que se le cruza en el camino para narrar y diseñar una buena historia.
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