Dicen que septiembre es el mes del ‘bajón’ por el fin de las vacaciones, la vuelta al trabajo (aunque hoy sería de alegría para los afortunados que siguen conservando su puesto), los gastos sin control por la ‘rentrée’, la vuelta al ‘cole’, los pagos de las tarjetas que hemos utilizado en nuestras vacaciones… en fin… Sin embargo, no quería que este reportaje se llenara de esa energía no tan positiva que puede provocar este mes. Así que he preferido empezar esta nueva temporada con un lugar que transmite paz, mucha energía y vitalidad: el campamento de Jang Jang Bureh en Gambia (África).
Dicho de esta forma puede parecer la típica imagen de camping (tiendas, caravanas…), pero estamos en África, todo aquí es diferente…
Lo primero que llama la atención es su enclave. En medio del río Gambia, casi al final del pequeño país africano, frente a la antigua isla/ciudad denominada por los ingleses Georgetown –hoy Jang Jang Bureh-. Todo lo que le rodea es selva, pura, pocos hombres han pisado allí y la naturaleza crece y crece.
Lo ideal es llegar al campamento en barco río arriba, atardeciendo o de noche –así de paso ves cómo se pone el sol africano en el río-. Como luz sólo hay antorchas y quinqués, y, evidentemente, no ves más allá de tus narices. Pero no hay que tener miedo, simplemente verlo como una oportunidad de misterio generado, resuelto con el amanecer del día siguiente
Posee unas 27 habitaciones/cabañas redondas de adobe (individual, dobles y triples) con tejado de palmera, baño –sin agua caliente, aquí es un lujo– y mosquitera para la noche. Sí, porque hay mosquitos, lo dudabas? estas en medio de la selva africana: mosquitos, ranas, grillos, insectos, camaleones, grandes lagartos (varanos), murciélagos… todo eso por la noche y todos ‘cantando’ a la vez. Quién dijo que la selva era silenciosa… pero el cansancio puede con todo y después de acondicionarte en tu cabañita, aprender a vivir con lo básico -aunque no está de más rociarla de Relec, el famoso repelente de insectos maláricos- duermes, duermes hasta que el canto del gallo te despierta.
mosquitos, ranas, grillos, insectos, camaleones, grandes lagartos (varanos), murciélagos… todo eso por la noche y todos ‘cantando’ a la vez. Quién dijo que la selva era silenciosa…
El campamento ofrece varios itinerarios durante el día, puedes ir a visitar el parque Kunkilling (como a una hora en barca), provistos de un gorro y un machete, eso sí, ya que no hay camino trazado… O visitar el pueblo de Jang Jang Bureh, donde los niños te pedirán desde un balón para poder jugar al fútbol o simplemente un intercambio de emails para contactar o lo que se tercie… (ya dedicaré otro ‘post’ a este pueblo por toda la historia de esclavitud que tiene, aunque no se visita mucho, pero aquí está el encanto). También cabe la posibilidad de conocer una aldea cercana con gente más que encantadora.
A la vuelta de todas las actividades nos espera un lugar mágico antes de cenar. Ver allí el atardecer es uno de los mejores regalos que te puede dar Gambia.
Piensas en toda la gente que has conocido o que te has encontrado por el camino en ese día, cómo viven, cómo están, su día a día, estas en un lugar en donde todo lo que se oye es puro, natural, no hay grandes preocupaciones… Respiras hondo el aire limpio y sabes que ese momento es tuyo, y que un trocito de África permanecerá en ti para siempre.
Nota: No nos gusta hablar nunca de dinero, pero para quien quiera hacerse una idea de precios… Una doble ronda los 500 dalasis/noche, unos 12 euros aprox.
PD: Si te gusta leer o echarte la siesta, una recomendación… tiéndete en la hamaca que hay detrás de una de las cabañas, y relájate. Mira al cielo, mira a tu alrededor, todo verde, tranquilo, los pájaros vuelan a su parecer, la madre naturaleza te vigila… cierra los ojos y déjate llevar…
©Fotografías: Bárbara M. Díez.
Preferimos observar el contexto, captar instantáneas con el alma a través de una buena conversación que no con un teleobjetivo, elevamos el arte al nivel cultural que se merece en detrimento de la fotografía, y encontramos historias que suceden rápido pero que hay que entender. De este modo la experiencia se queda más dentro, se añade a tu currículum de vida, y tiene más valor espiritual que contar los países visitados. Si como añadido a esta línea de viaje le sumamos aquello con lo que trabajamos siempre, la infografía y la ilustración, resulta un viaje con un toque interpretativo añadido extra. Diferente a lo convencional.
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