Saltear al contenido principal
vietnam

I. DEJANDO EN EL CAMINO LA LÓGICA OCCIDENTAL

«Podrás perder mil batallas pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota»
Ho Chi Minh, líder revolucionario y presidente de la República Democrática de Vietnam (1954 – 1969).

Cuando recibimos la invitación por parte de Asiática Travel para viajar hasta el norte de Vietnam, pensábamos que nos encontraríamos un país en el que las diferentes y terribles guerras habían hecho mella. Después de convivir con algunos de los grupos étnicos y su cultura, comprendimos más la frase de su alabado líder. Esta es nuestra historia.

Lo reconozco. Estaba ya cansada. Un viaje de más de dos meses por Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia me estaba pasando factura en todos los sentidos. Me quedaba un último destino en esta aventura de 80 días bajo el lema #viajarsincolonizar y fue el anhelo por descubrir y contar historias, en la mochila de cualquier cronista viajera, la energía extra que necesitaba para descubrir algunas de las etnias en Vietnam.

Además, leía las noticias que llegaban de Europa al sudeste asiático y me ponía realmente triste sobre lo que vería a la vuelta: corrupción, políticos, violencia de género, manifestaciones, redes sociales llenas de odio, intolerancia, falta de respeto, individualismo, envidias, ignorancia… vamos, lo mejor de cada uno y dentro de una sociedad desarrollada —dicen— e inmersa en el marco del capitalismo.

Así que me puse manos a la obra. Aproveché el avión de ida hacia Hanói, la capital vietnamita, para documentarme sobre la historia y cultura del lugar. En mis manos tenía un ejemplar, muy viejo, de segunda mano y recomendado por una buena amiga italiana. El escrito era de la periodista (también italiana) Oriana Fallaci sobre sus vivencias como corresponsal durante su estancia en la fatídica guerra de Vietnam contra los norteamericanos. Y Nada y Así Sea, el título del libro, ocupó parte de las noches del viaje convirtiéndose en toda una revelación. Sus páginas llenas de descripciones de los bombardeos explicados con una dureza extrema, me hicieron apreciar y aprender más de la sociedad vietnamita del siglo XXI que tenía ante mis ojos. Porque Nada y Así Sea habla sobre la muerte, la rabia, el rencor, el odio y la ira generada por el mismo hombre social (algo que nos retumba a día de hoy en muchas sociedades), pero también habla de la vida, de la supervivencia y  —añado— de la ‘súper-vivencia’. Paradójicamente, justo es esto lo que descubrí en el norte del país. 

Revelaciones en Hanói, la ciudad entre ríos

La llegada a la gran urbe al norte de Vietnam no es de las que podamos describir como idílicas. Una pequeña lluvia me recibe nada más bajar del avión, y la siguiente noticia después de 18 horas de vuelo: mi maleta se ha quedado en la ciudad donde hacía escala. Genial. El hombre que tengo a mi derecha debe de haberle pasado lo mismo, no para de gritar en vietnamita al personal del mostrador y a mi oído que aún está dormido por el jetlag. Es en esos momentos cuando desearías hablar todos los idiomas del mundo para decirle algo. «24 horas y llegará», me explican en un perfecto inglés, esperemos porque la ruta hacia el norte que nos ha preparado Asiática Travel arranca justo al día siguiente.

Tras dejar la maleta en el hotel Rectifico… tras dejar algo de lo que llevaba en la mochila de mano en el SuperHotel Hanói… me reúno con las que serán mis compañeras en este viaje de prensa. Una catalana, una uruguaya, una argentina y una madrileña (servidora). Parece un chiste, pero no. Todas mujeres e internacionales incluida Nhung, nuestra guía en este viaje. Ella nos sugiere que la llamemos Rosa, su homólogo en castellano, por aquello de que es más fácil para los occidentales aprendernos el nombre.

Aterrizo justo un 2 de septiembre, el día que se conmemora la declaración de independencia de Vietnam en 1945 a cargo del presidente Ho Chi Minh, así que la fiesta está instaurada en plena rúa. Banderas del país por doquier, familias en la calle comiendo fuera de sus negocios, más motos de lo habitual con 3 y 4 pasajeros, tiendas en cada rincón, mercados, pasos de cebra que no existen para el peatón… Esta ciudad es tan caótica como la mayoría de las asiáticas, pero he de reconocer que me encanta ese bullicio lleno de vitalidad a pesar de la alta contaminación. Todos tapan sus caras con máscaras antipolución o con telas de ropas a modo de filtro casero para los más humildes que no pueden comprar en farmacias. Es por ello que antiguas camisetas de Hello Kitty o de Doraemon aquí sirven para todo.

Después de una media hora andando desde el hotel, sorteando motos, coches, gente sentada en la calle y parándome en cada rincón para fotografiar y a hacer de flâneur, llego al lago Hoàn Kiếm con su templo Ngoc Son en el centro. Me maravillo. En esta zona las calles están cortadas y se puede andar sin tener que mirar constantemente si te atropella o te pita una moto. Así que la población aprovecha para pasear tranquilamente, comer, comprar, hacerse cientos de selfies y… ¡cantar y bailar! El centro de Hanói en un día festivo y los fines de semana se convierte en una discoteca al aire libre hasta última hora de la noche. Mayores y pequeños danzan en medio del asfalto de manera improvisada. Canciones regionales, tradicionales, de ayer, de hoy y… la Macarena pasando antes por pasodobles y Despacito

Creo que este país no me va a dejar de sorprender ni un segundo. Es más, en menos de 24 horas ya he perdido por el camino —como mi maleta— tres estereotipos que traía en el avión. Uno, los vietnamitas todavía conservan ese aire serio-apagado de la época comunista, dos, su vestimenta será muy clásica, y tres, tendrán aún el trauma de la guerra contra los EEUU y se notará en el ambiente. ¡Qué bello es viajar!

Fuera la lógica occidental-capitalista en una ruta poco habitual

A la mañana siguiente y tras recoger la maleta en el aeropuerto, pregunto:

— Nhung, ayer oí Despacito en el centro, ¿no os gusta más vuestra música?

— ¡Noooooo¡… (en un tono que recuerda a una madre enfadada y que se convertirá en muy familiar a lo largo del viaje)… la música tradicional es para dormir (ríe).

Bromistas, pero contundentes y cercanas a la realidad, suenan las palabras de nuestra guía nada más subirnos en el coche que nos lleva durante varios días al norte del país. Una reflexión totalmente contraria a lo que estamos a punto de conocer. Las grandes urbes y las etnias fronterizas con Laos y China son el choque de dos mundos opuestos en una corta distancia geográfica, así que será mejor dejar en el camino la lógica occidental para empezar a entender cómo es la vida aquí.

De momento, durante el camino hacia nuestra primera parada que será Mai Châu, vemos algunos de los carteles del régimen socialista actual que nos llaman la atención y pocos, por no decir que ningunos, anuncios al estilo capitalista. Me doy cuenta de que aún se vive el comunismo pero de otra manera…

El camino es largo desde Hanói a las poblaciones que visitaremos durante estos días. Lo más fácil y rápido es coger la autopista desde la capital a Sa Pa para ver el norte. En unas dos horas te plantas allí, sin embargo nosotros haremos el viaje contrario a la mayoría. Nos esperan mucho tiempo en el coche, carreteras muy estrechas de montaña y empinadas, pero la recompensa será infinita ya que prácticamente estaremos en zonas poco frecuentadas por los visitantes.

Primera parada técnica del día: el mirador de Tân Lac. La niebla no nos permite visualizar todo lo que tenemos más abajo de la gran montaña. Me llama la atención a lo lejos una señora muy mayor que barre el suelo con una escoba artesanal y prácticamente su espalda está doblegada. En esta región veremos a más de una mujer —siempre mujer— que barre y realiza cualquier actividad en esa postura. Y nosotros practicando aquello que llaman yoga en occidente para tener una espalda flexible… 

Detrás de nosotros, otra mujer calienta unas cañas de bambú en unas chimeneas de piedra abanicando las llamas con un paipay artesanal. Miro dentro y hay arroz. «Sí, es arroz glutinoso de esta zona», comenta Nhung. Y vemos como el trabajo de ellas es partir las cañas de bambú, introducir el arroz en las mismas y luego venderlo a los que nos paramos en el apeadero junto a una salsa compuesta de sal, sésamo y cacahuete. En verdad, es su día a día y su manera de sobrevivir.

Mai Châu: paseo en bici por Ban Van, Cha Long, Chieng Sa, Pom Coong, Ban Lac…

Y aquí es cuando comienza nuestro primer encuentro intercultural con la realidad de las etnias del norte, en este caso las etnias thai blanco originarias de Tailandia que representan alrededor del 2% del total de grupos en Vietnam:

¿Quién es quién?

El Gobierno de Vietnam reconoce 54 grupos étnicos, de los cuales el Nam (Kinh), de la familia de los Viet, es la predominante establecidos en las ciudades y las tierras llanas; las minorías étnicas viven más en las zonas montañosas y rurales.

Fuente: «2009 Vietnam Population and Housing Census». Autor: Bárbara M. Díez.

¿Y su religión?

Budismo mahayana 80%
Cristianismo 8%
Budismo theravada 8%
Otros 4%

Además del budismo, el confucionismo y el taoísmo chinos han tenido una fuerte influencia y arraigo en el país, pero generalmente se les sigue conjuntamente con el budismo. Los porcentajes son estimados.

Nota: Budismo: Mahāyāna es una de las tres principales ramas del budismo. Algunas de las áreas en las que se practica son China, Tíbet, Japón, Corea, Vietnam, y Taiwán. Theravāda es una de las 19 escuelas nikaya que formaron el budismo original. Se desarrollaron en la India durante los siglos subsecuentes a la muerte de Buda.

Lo primero nada más llegar, la casa… «Noooooo», dice Nhung, «primero hay que descalzarse». Cierto, lo primero es descalzarse para acceder a la casa. Las viviendas son construidas sobre pilares de madera, «cumpliendo la normas del feng shui» —de espaldas a la montaña y de cara al mar— nos explican, y normalmente se distribuyen en dos pisos y sin puertas. El superior se destina para las habitaciones, y en el inferior se desarrolla la vida social y se sitúan la cocina y los baños. «Aquí dormiremos hoy», comenta Nhung, en esta estancia separadas por las mosquiteras». A priori puede parecer poco cómodo, pero aseguro que entre las vistas de fuera y la hospitalidad recibida es como estar en casa.

Y lo segundo, nada más llegar, un brindis con licor de arroz para entablar confianza y bajo una frase ritual : chúc sức khoẻ! (¡salud!) o một, hai, ba, dzô! (1, 2, 3… ¡chas!).

Hoy tenemos para comer tortilla, rollitos y puré de verduras… una mezcla entre occidente y oriente para que nuestro estómago se vaya acostumbrado a las delicias culinarias de esta región del planeta, aunque confieso que cuando veo otra vez el arroz…

Poco de tiempo para colocar la maleta en nuestros aposentos y bajar deprisa. Nos han preparado las bicis para salir a pasear por las aldeas cercanas y ver los campos de arroz. Estamos de suerte porque la cosecha está muy crecida en esta época del año y es probable que veamos en algún momento del viaje cómo la recogen.

Cuando lo principal es la comunidad… y la cosecha de arroz

El camino de tierra transcurre desde Ban Van, nuestro hogar hoy, pasando por Cha Long, Chieng Sa, Pom Coong, Ban Lac…y de fondo las altas montañas. A nuestro paseo se unen decenas de libélulas cuando empieza a atardecer, los niños bañándose en las albercas que riegan los campos de arroz, las peleas de gallos, el olor del abono que descansa en algunos de los terrenos, y al fondo de cada sembrado se asoman los conocidos gorros de palmera en forma de cono (el de las mujeres).

Los niños salen a ver quiénes somos y hasta dos adolescentes se acercan de manera curiosa a preguntar a nuestra guía que qué hacemos allí. No es muy habitual ver a muchos turistas en este lugar. Una de ellas cuida a su hermana más pequeña, «aquí el mayor cuida de los pequeños», comenta Nhung un poco enfurruñada porque las niñas acaban de llamarla abuela. «Aquí la edad media para casarse es de 16-18 años». Me fijo que la de más edad nos mira y se ríe porque oculta algo en su mano derecha. Es un trozo de cartón con un dibujo. Le pregunto pero no me entiende, hasta que le digo «¡es un smartphone!», palabra clave. Se ríe y las vemos marchar jugando con el trozo de papel como si fuera un tesoro.

©Fotograma del vídeo cedido por Carina Fossati.

Seguimos nuestra ruta por los arrozales de las comunidades. Creo que como siga así me haré una experta en arroz del sudeste asiático… Me río por dentro. Nhung nos explica que, en verdad, los terrenos para el cultivo no son privados, sino que son del Estado. Éste los cede a las familias por unos años para que cultiven para consumo interno, para comercializar y para aportar al depósito de alimentación nacional que tiene el país tras la hambruna de 1945. Cada tres años aproximadamente se revisa la situación familiar, la situación general y se amplía o se reduce la cesión de las tierras. «Piensa que si los terrenos fueran privados se especularía y en todos ellos se pondría un resort dedicado al turista», sentencia la guía. Y a mí que esto último que explica me suena de algo…

«Nos han preparado las bicis para salir a pasear por las aldeas cercanas y ver los campos de arroz. Estamos de suerte porque la cosecha está muy crecida en esta época del año.»

«A nuestro paseo se unen decenas de libélulas cuando empieza a atardecer, los niños bañándose en las albercas que riegan los campos de arroz, las peleas de gallos, el olor del abono que descansa en algunos de los terrenos, y al fondo de cada sembrado se asoman los conocidos gorros de palmera en forma de cono (el de las mujeres).»

Vemos en todas las aldeas el edificio cultural. Un lugar construido a la manera de las casas pero más grande y con tambores fabricados con piel de búfalo de agua para llamar a los vecinos en caso de reunión o algún problema. Está claro que aquí aún viven siguiendo la definición más pura de la palabra comunidad.

El sol ya se ha ido hasta mañana. El verdor de los campos comienza a desaparecer y vemos cómo todos se reúnen en las casas para cenar y charlar. Nada de televisión —aunque sí internet y de buena calidad— y mucha comunicación. Me gusta. Nosotros volvemos a la nuestra para disfrutar de otra noche de confesiones y confianzas alrededor de la comida. Pronto descubrimos esta maravillosa costumbre que en muchas de nuestras sociedades se está perdiendo a causa de la inmersión de los móviles. Me viene a la cabeza la chica de la aldea con su smartphone de cartón. Ese anhelo por conseguir lo que no tienes y otros pensando en cómo sobrevivir a ello…

Nuestro anfitrión espera con el licor de arroz

Amanece muy temprano. Vemos cómo a la mañana siguiente el matrimonio y dueño de la casa ya está trabajando desde primera hora de la mañana. Aquí no para nadie excepto para dormir. Se acuestan relativamente pronto y sobre las seis de la mañana ya está todo el mundo en pie. Es increíble el afán de supervivencia. Trabajar exclusivamente para vivir. Emociona.

La familia nos despide vestida con su traje regional.

Cảm ơn (gracias) decimos en alto.

Nuestro coche parte ya, rumbo más al norte, hacia la tierra de los muong…

GUÍA PRÁCTICA:

 Cómo llegar

Tienes varios vuelos desde Madrid y Barcelona con escalas vía Dubái o Moscú. La más económica es la ruta rusa.

Qué comer

Vietnam es famoso por tener una amplia variedad de alimentos en su gastronomía (carne, pescado, fruta, verdura…). Bien es cierto que el arroz es la base de su comida y muchos de los platos están cocinados con este cereal, desde el desayuno a la cena, pero es muy amplia la presentación de este: fideos, pollitos, frito, cocido, etc.

Dónde dormir

En Hanói te aconsejamos el hotel SuperHanói ya que está en pleno centro de la ciudad y es muy cómodo moverse a cualquier lado. Para el resto del recorrido, puedes reservar a través de Asiática Travel en las casas de huéspedes (guest house) variadas que nos hospedamos. Te aconsejamos que contactes con la agencia ya que muchas de estas casas sólo trabajan a través de mayoristas y es complicado hablar con ellos de otra manera.

Transporte

Para moverte por el resto de Vietnam no tendrás problemas con el tren o con los autobuses públicos, pero para el recorrido realizado es aconsejable alquilar un coche con conductor ya que los autobuses de línea muchas veces cambian el recorrido según el estado de las carreteras y llegar a estas aldeas es tarea imposible. Puedes alquilar motos para viajar, pero la conducción en Vietnam es bastante particular y peligroso para alguien que no está acostumbrado.

Seguridad

En verdad la zona norte de Vietnam, excepto Sa Pa, no es la más turística del país, pero no por ello es más peligroso o menos seguro. Con lo que realmente tendrás que tener cuidado es con los mosquitos cuando cae el sol y con el licor de arroz…

REPORTAJE EN COLABORACIÓN CON:
asiatica travel

Esta entrada tiene 5 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba
Buscar