Puede que aparte del nombre de Montserrat, también hayas escuchado en Catalunya a muchas mujeres por el apelativo de Núria. Y es que en estas tierras al noreste de la península ibérica hay dos santuarios que destacan sobre todos los demás. Uno es el de la virgen de Montserrat –más conocida como la virgen de la Moreneta– y el otro está prácticamente en la frontera con Francia, en medio de Pirineos, el llamado Santuario de la virgen de Núria con casi 3.000 metros de altitud máxima.
La tradición religiosa comenzó como casi todas las creencias, tras un encuentro fortuito. Durante el siglo XI, un toro que pastaba por la zona se quedó parado en un lugar específico, cuando se cavó en ese punto los pastores encontraron una figura del siglo VIII que había sido enterrada durante la época musulmana por miedo a que se destruyera. Este aviso del cielo, según explica Miquel Sitjar i Serra en su libro El santuario del Pirineu, sacó a la luz una virgen tallada en madera de unos 56 cm. de altura, figura esculpida por el clérigo San Gil. Incluso, en el mismo emplazamiento también se hallaron una olla y una cruz que era utilizada por el eclesiástico para bendecir a los devotos y dar de comer a los pobres.
Es por ello que el refrán de «anar a Núria a posar el cap a l’olla» (ir a Núria a poner la cabeza en la olla) ya se ha convertido en una costumbre cada vez que los peregrinos llegan a Núria. Durante muchos siglos se creyó se cree en los milagros tanto de la olla como de la virgen, los cuales hacen referencia a la cantidad de casos en los que se curó la infertilidad. Así muchas mujeres acudían al santuario para meter la cabeza bajo la olla, tirar de la campana y rezar para poder procrear, según los milagros relatados en Núria abans del cremallera de Jordi Mascarella y Miquel Sitjar, en donde también se indica que curaba cefaleas y espantaba tempestades.
«anar a Núria a posar el cap a l’olla» (ir a Núria a poner la cabeza en la olla) ya se ha convertido en una costumbre cada vez que los peregrinos llegan a Núria
Peregrinación a Núria antes…
Llegar hasta el valle de Núria durante los siglos anteriores al siglo XX era realmente una proeza. Se subía andando o a caballo por los senderos que nacen desde el pueblo de Queralbs, municipio en donde se sitúa Núria. El camino era largo, muy empinado y la mayoría de las veces durante un clima bastante frío. Este contexto de difícil acceso durante largas horas o días creaba en los peregrinos un silencio, una heroicidad que dotaba a la subida de un significado más que simbólico. Realmente el que subía cumplía con la romería y la reza del rosario en todos sus sentidos, era un esfuerzo que —para los creyentes— sería en un futuro recompensado.
Otros, preferían quedarse a rezar en la parroquia de Sant Jaume de Queralbs, en el centro del mismo pueblo, ya que las leyendas contaban que realmente la virgen de Núria había tenido su primer emplazamiento en este edificio santo. Después, tras la llegada de los musulmanes a la península, se prefirió llevar la virgen a la montaña y resguardarla en un lugar seguro hasta que fue descubierta.
La actual ermita del pueblo es de finales del siglo X. Consta de una nave única con ábside. Su nártex —la entrada— es de la pocas que se compone de seis arcadas soportadas por columnas teñidas de mármol azul y rematadas con diferentes capiteles. Estos representan escenas fantásticas con híbridos entre humanos y animales. En el exterior se puede apreciar un campanario de torre situado en la zona norte.
… y después del tren cremallera
En 1931 se inauguró el tren cremallera, una obra de ingeniería para aquella época ya que había que perforar la roca de la montaña para construir algún túnel y empalmar una vía tras otra en las empinadas montañas de Pirineos a más de 2.000 metros de altitud.
Después de la inauguración, el poeta Joan Maragall que anteriormente había definido el valle como voltada de soledats (rodeada de soledad), ahora pasaría a llamarlo voltada de diputats (rodeada de diputados) tras la inauguración del tren cremallera y la elaboración del primer estatuto de autonomía de Catalunya. Un valle silencioso y tranquilo que ya no volvería a ser el mismo.
Joan Maragall que anteriormente había definido el valle como voltada de soledats (rodeada de soledad), ahora pasaría a llamarlo voltada de diputats (rodeada de diputados)
La llegada con el tren cremallera hoy no deja de ser mágico.
Tras atravesar dos túneles, y subir y subir y subir… entrar en el valle amplio y dejar atrás las montañas alpinas es una imagen bucólica. Además, se puede disfrutar de la nieve en la época más invernal, pasear por las laderas y los senderos en primavera y acceder al santuario de la manera más cómoda en un tren cremallera que tarda menos de 15 minutos desde Queralbs. Toda la información de precios la tienes aquí. Eso sí, olvídate de lo místico, del silencio y de la soledad, ese será tu precio a pagar.
©Ilustración: Carlos García Rubio
➡️ Si quieres saber cómo disfrutar de este lugar en silencio: (II parte) Queralbs: cómo encontrar el silencio perdido tras el cremallera
Directora y diseñadora de Babilonia’s Travel. Madrileña de nacimiento (1980) y enamorada de Barcelona (2013). En 2004, a su formación y experiencia como periodista, se une la infografía y el diseño ya que es en el periódico El Mundo (2004), en elEconomista (2006) y en el diario Negocio (2007) donde le enseñan a unir las letras al diseño, para después incorporarse a la redacción de revistas como Altaïr (2013), Fleet People (2012)… y cofundar la primera asociación de bloggers de viajes de Barcelona (2013). Después de casi 50 países visitados sabe que lo que importa son las personas y no coleccionar lugares ni fotos en un disco duro. Amante de la palabra «viajar» y vitalista. Curiosea y socializa con todo aquel que se le cruza en el camino para narrar y diseñar una buena historia.
[…] setenta para un mayor desarrollo de las estaciones. En el Pirineo catalán estaba ya La Molina, Núria, Baqueira, Llesuí, Masella y Espot y en Aragón Candanchú, Formigal y Cerler. En la primera mitad […]