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coradella

Viajemos con una máquina del tiempo. Justo 167 años atrás. Desde el actual 2018 llegaríamos a la mitad del siglo XIX, a 1851. Isabel II reina. En esa época la política y la economía catalana no disfrutan de su mejor momento a nivel laboral, pese a los avances en industria textil y el auge de la metalurgia. La razón es que continúan los problemas con las políticas librecambistas —medidas probritánicas a favor del tejido inglés— que amenazan la producción propia, y que ya supuso en 1842 una rebelión de los catalanes contra el general Espartero ordenando, en consecuencia, el bombardeo de la ciudad.

En cuanto al terreno de la cultura y el arte, falta un año para que el genio del modernismo nazca. Será en junio de 1852 cuando Antonio Gaudí llegue al mundo para consolidar obras como la Sagrada Familia o las ligadas a la industria catalana como la Cripta de la Colonia Güell.

Pero si aterrizamos estos datos en el día a día de un campesino, de un trabajador, de un hombre y de una mujer al pie de la calle, o que venían de otras regiones, ¿cómo era su día a día? Muchos de ellos, según recogen los historiadores de la época, viajaban días por los caminos y transportaban productos para venderlos o llevarlos a las fábricas (telas, metales, también alimentos, animales…). Y antes de llegar a Barcelona —o a su destino final— paraban para descansar de su viaje en fondas, en las localidades limítrofes como es el caso de Molins de Rei, en la comarca del Baix Llobregat, muy cerca del Collserola. Un lugar de encuentro, de reunión de pueblos, que favorecía el comercio, los negocios y… el nacimiento de un almuerzo pleno de calorías para afrontar la dura jornada de trabajo: la coradella.

El desconocimiento del origen de la coradella

Pero volvamos al siglo XXI, al actual Molins de Rei. Hoy, en una de las salas del mercado municipal, se cocina la coradella. «Aquí es conocido como esmorzars de traginers (almuerzo de tragineros)», nos explica el chef Joan Fernández, propietario desde hace 18 años del restaurante l’Àpat, mientras elabora la receta, en este caso pa de fetge (pan de hígado) de coradella.

Todos conocen los ingredientes del «plato estrella» de la localidad del Baix Llobregat (tomate, pimiento, ajo, cebolla, vino rancio… y las entrañas del cordero: pulmón, corazón, sangre, hígado, callos…), pero ninguno sabe especificarnos el origen. ¿Herencia musulmana?, preguntamos, por aquello de que lleva cordero y nada de cerdo; ¿excedente de corderos?, no es una zona en donde destaque más este animal… «La verdad es que tenemos que investigar más profundamente, sabemos que sí que había cabritos en la zona del Collserola y es una receta que también se hace en una parte de Pirineos, en el Valle d’Arán y el Alta Ribagorza», añade nuestro cocinero.

Molins de Rei, un lugar de encuentro, de reunión de pueblos, que favorecía el comercio, los negocios y… el nacimiento de un almuerzo pleno de calorías para afrontar la dura jornada de trabajo: la coradella.

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Ingredientes de verdura en la coradella

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Entrañas de cordero: sangre, pulmón, corazón, hígado...

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Entrañas marcadas en sartén

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Textura final coradella

Se especula con un origen también italiano denominado coratella, según Joan, y más tarde @alacartemenus en Twitter confirma con este tuit la existencia de una receta muy similar en el país del río Po, en la zona de la Toscana:

¿Y la tradición familiar?

Joan Fernández nos confiesa. Es cierto que no se sabe el origen de la coradella, pero él sí sabe perfectamente cómo llegó esta receta a sus manos. «Mi abuela ya lo hacía, trabajaba en una fonda y era uno de los platos que cocinaba», explica. María, una gran cocinera que dejó huella en su nieto y que todavía recuerda con cariño que «con 90 años seguía haciendo las croquetas de alcachofa con una cuchara», añade.

Su madre también heredó la virtud de la abuela de Joan y se convirtió en cocinera, «aunque nunca ha cocinado la coradella porque no le gusta el sabor», pensemos que la cantidad de casquería que lleva el plato no es del agrado de muchos de los paladares. En la actualidad, trabaja codo a codo con su hijo, mientras el cabeza de familia —el padre de Joan— no pierde ojo de ningún detalle y se ocupa de «testar todos los platos para darnos la aprobación», nos bromea su madre ya en la puerta de la cocina del restaurante l’Àpat.

¿Dónde comerlo hoy?

Un plato que, frente a todo pronóstico con más de cien años de historia, no es muy conocido más allá de la comarca, de Catalunya y «no se exporta fuera», nos confirman miembros del ayuntamiento en un corrillo creado alrededor de los platos con la coradella ya recién cocinada. Este año se presenta en una versión de embutido, como una butifarra, para que la degustación sea más amena y la textura más agradable, puede que ésta sea una clave para la venta en otros mercados.

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Una falta de comunicación al exterior que también percibimos en el contexto que permite degustar hoy la coradella: la feria de la Candelera (celebrada del 2-4 de febrero 2018 en Molins de Rei). Un mercado de más de 4.000 metros cuadrados al aire libre, con 900 expositores venidos de toda España y parte de Europa, con más de 300.000 visitantes y en donde diferentes sectores exponen sus productos (maquinaria agrícola, plantas, artesanía, automóvil, gastronomía, vinos…). Ríanse de las ferias organizadas en las principales capitales europeas. Aquí, un pueblo de no más de 26.000 habitantes se transforma para que todos tengan cabida. Además, la feria de la Candelera ostentó ser «la primera feria de vinos de Catalunya», reza Joan Ramon Casals i Mata, alcalde de Molins de Rei, tras declararnos en una charla amena entre bocado y bocado, que el beneficio para los expositores es muy grande.

Durante los días que dura la muestra, los visitantes llegan, el pueblo sale a la calle y los grupos de amigos se reúnen desde por la mañana para degustar el plato de entrañas, los vinos de la región y, de esta manera, mantener durante más de 167 años ininterrumpidamente la tradición —incluso durante la guerra civil—. Sólo por la implicación social y los años acaecidos, bien merece que la feria y la coradella viajen más allá de Catalunya para poder conocerlas. Quién sabe, quizás si la costumbre se hubiera iniciado a unos pocos kilómetros de Molins de Rei, en la Colonia Güell y cerca de Gaudí, ahora la Candelera cruzaría fronteras junto a su amiga inseparable, la coradella. Así, fuera de Catalunya, ambas se convertirían en vías para unir a los diferentes pueblos, al menos durante un fin de semana.


 

© ILUSTRACIONES: Carlos García Rubio

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