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coronavirus alegoria al nacimiento

Quizás lo que vayas a leer ahora te resulte una locura. Quizás no me creas, pero tenía que hacer esta reflexión y dejarla publicada para sacar conclusiones entre todos. Hoy voy a escribir en primera persona del singular, si me lo permites, sobre lo que para mí supone la situación actual de pandemia mundial por el coronavirus. Hoy me quiero mojar del todo.

Hace como cuatro meses me reuní con una buena amiga italiana, de la provincia de Véneto más concretamente, en un bar de Barcelona. Las dos estábamos tranquilamente sentadas en una terraza al sol un día entre semana hablando de nuestras cosas, de nuestros trabajos, de la vida en general, de nuestros planes de futuro… Cuando la conversación empezó a centrarse en el tema de la ecología, de la responsabilidad, de los viajes, de cómo veíamos el mundo, del porvenir, etc. Y poco a poco, cada una en su posición y con su experiencia, nos empezamos a dar cuenta de que ambas habíamos pensado lo mismo meses atrás pero sin poner nuestras conclusiones en común.

Nuestro sentimiento compartido giraba alrededor del término responsabilidad ligado a otros conceptos como el de la envidia, el del egoísmo, el del cinismo, el de la falta de comunidad principalmente en occidente (léase Europa), y una sensación similar en donde no veíamos un cambio claro para mejorar la sociedad. Pero en cambio sí que sentíamos que algo iba a suceder. Era como que barruntábamos la tormenta y que el mundo estaba gritando que necesitaba parar. Llámame loca, tremendista, visionaria de años bisiestos, pero te aseguro que las dos pensamos en todo tipo de teorías (y esto no va de conjeturas conspiranoicas).

Curiosamente a las pocas semanas de esta conversación, a finales de diciembre, China comenzó a informar de un virus que estaba afectando a la población. Cuando el coronavirus apareció en Wuhan, había 59 personas infectadas, y ahora ya se ha convertido en una pandemia.

La responsabilidad ante una pandemia

Pero, ¿por qué relaciono esa conversación con el COVID-19? Por una palabra que últimamente estaba en boca de todos, pero que parecía más postureo que otra cosa este último año: responsabilidad, ser viajero responsable. Justamente la semana pasada impartíamos una charla sobre #viajarsincolonizar® con las compis de A bordo del Mundo y al finalizar la exposición comenté a los asistentes: «Necesitamos preguntarnos, debatir, reflexionar porque sino… nos convertiremos en creadores de álbumes de ego y seremos meras copias de comportamiento. ¿Es esa la sociedad queremos? Quizás no, pero si el camino sigue igual probablemente será la sociedad que seremos. Ya no se trata sólo de viajar de manera responsable, sino de vivir, actuar y pensar de manera responsable».

Y es el término ‘responsable’ el que más he oído últimamente estos días. Quedarse en casa y no viajar, principalmente (#yomequedoencasa reza el hashtag). Aún así, veía cómo compañeros del sector seguían tomándose el problema como algo que no les correspondía y que podían seguir viajando porque eran inmunes —léase con algo de ironía—… Hasta hoy.

Nos convertiremos en creadores de álbumes de ego y seremos meras copias de comportamiento. ¿Es esa la sociedad queremos? Quizás no, pero si el camino sigue igual probablemente será la sociedad que seremos. Ya no se trata sólo de viajar de manera responsable, sino de vivir, actuar y pensar de manera responsable

Hoy la situación se ha convertido en una pandemia. Hoy hay restricciones por parte de los gobiernos, pero ¿aún hay viajeros que se siguen planteando si viajar o no? ¿Si suspender un evento o no? ¿Si cancelar un viaje o no? Dejemos de alimentar nuestro ego. Necesitamos más sentimientos encontrados, más comunidad, aprendamos de otras regiones que con menos recursos tecnológicos hacen más piña y se ayudan más que nosotros. Claro, que desde hace décadas, esas regiones siempre nos han parecido el ‘culo del mundo’ —vuelva a leerse con ironía—. Como bien decía David Trueba en El País, aludiendo precisamente a los errores que llevamos cometiendo en estas últimas décadas, nos podemos encontrar ante la situación de una distopía: «Imaginen que el contagio del coronavirus se extiende por Europa de manera incontrolada mientras que en el continente africano, por las condiciones climáticas, no tiene incidencia. Aterradas, las familias europeas escaparían de la enfermedad de manera histérica, camino de la frontera africana. Tratarían de cruzar el mar por el Estrecho, se lanzarían en embarcaciones precarias desde las islas griegas y la costa turca. (…) Pero al llegar a la costa africana, las mismas vallas que ellos levantaron, los mismos controles violentos y las fronteras más inexpugnables invertirían el poder de freno.»

Esta tesitura no es tan utópica y puede llegar a pasar. ¿Quién sabe? Lo que está claro es que es mejor prevenir y ser responsable en todo el significado de la palabra. No queremos contagiarnos, pero lo más responsable es que no queremos contagiar a los demás. Nosotros ya hemos cancelado todos los eventos y los viajes (algunos de prensa) que teníamos para estos meses de marzo y abril, que no eran pocos. Este 2020 venía cargadito. Y ya está, no pasa nada.

Algunos pensaréis que claro qué sucede con las visitas a la web, los afiliados (ese porcentaje que nos llevamos de ventas), etc. Pues ¿qué sucede? Mira, bien claro, NADA. ¿Por qué? Porque está bien esto de trabajar dentro del sector del viaje, pero hay que ser francos y pensar que este sistema tal y como estaba montado iba a hacer aguas en algún momento, y habrá que reinventarse hacia un modelo más sostenible y solidario para todos. Mantener el paradigma del viaje como hasta hoy es —era— insostenible. El planeta no resiste toda la contaminación, todos los desplazamientos, toda la irresponsabilidad de viajar porque ‘hay que hacerlo’, de ‘cómo me voy a quedar en casa’, del ‘tengo que viajar más que el otro’, de la competición de cuántos vuelos llevo este año y si mi lista de países se ha visto incrementada en la última década al 500%… sin olvidar de poner en mi biografía ‘sin billete de vuelta’ que me da un plus dentro del sector. Era evidente que algún cambio radical tocaba ya. Impuesto, por supuesto.

Este sistema tal y como estaba montado iba a hacer aguas en algún momento, y habrá que reinventarse hacia un modelo más sostenible y solidario para todos. Mantener el paradigma del viaje como hasta hoy es —era— insostenible. El planeta no resiste toda la contaminación, todos los desplazamientos, toda la irresponsabilidad de viajar porque ‘hay que hacerlo’…

Desde Babilonia’s Travel siempre hemos defendido precisamente viajar de otra manera, desde la lectura, desde la reflexión, desde valorar las artes y culturas, desde nuestras inquietudes, pero lejos totalmente de crear esos álbumes llenos 100% de selfies en instagram, lejos de anteponer siempre los enlaces de afiliados a la verdadera información (de vender por delante de informar, vaya), lejos de poner en primer plano el qué ver y qué hacer del país que visitamos dejando de lado la sociedad, lejos de volar en avión cuatro días a miles de kilómetros pero sin perder la frase «tenemos que ser ecológicos»… Pero por qué somos tan cínicos con nosotros mismos y con los que nos leen. La gente no es tonta, no somos tontos. Velemos más por el bien común, seamos más responsables, más sostenibles, ¡más humanos!

Puede que el coronavirus sea un reset general para volver a empezar. Ojalá que después de esto se tomen muchas medidas para ser responsables en este sector. TODOS. Lee. TODOS. No sólo las personas, sino las empresas como aerolíneas, cruceristas, agencias de viajes y oficinas de turismo. No podemos seguir así. No podíamos seguir así con ese turismo depredador. Ya se están notando los efectos de la no contaminación en China y veremos el resultado de este patrón también en Europa. Será una gran diferencia. Y no sólo en lo que se refiere al sector del viaje. Esperemos que se traslade a otros ámbitos como los sociales y laborales. Ese bendito teletrabajo. Estamos en el siglo XXI, los que curramos hace ya varios años así vemos la multitud de ventajas, ¿por qué no se ha implementado ya? Y ¿qué sucede con los niños que no tienen colegio? ¿Cómo afrontan los padres la situación? Ojalá esto desencadene muchas necesidades que esta sociedad estaba demandando ya a gritos, y pensarnos eso de comprar de manera compulsiva por mucho que vivamos en sistemas capitalistas. Y puede que, como decía mi sabia abuela, superviviente de la Guerra Civil, quizás no haya mal que por bien no venga.

La cuarentena

Voy a ir a hacerme un té. Estoy autoaislada en casa. Hoy tenía que haber ido a un curso, pero no lo he hecho. Mañana tendría que preparar las maletas para mi viaje, pero tampoco. En dos semanas tenía otros dos viajes más, y el mes que viene preparaba dos actos. Y manda narices que esté casi de cuarentena habiendo cumplido 40… Pero asumo. Es lo que hay y me agarro a la responsabilidad.

Desconecto un rato el móvil. Los grupos de WhatsApp hoy echan humo. En media hora más de 200 mensajes. No puedo más. Necesito hablar con alguien que sepa más de todo esto.

Conecto Skype y veo a mi amiga italiana a través de la pantalla. Lleva más de 10 días encerrada en su casa cerca de Venecia. Hace pocos días que sólo abren farmacias y supermercados. Estamos online, pero hoy ni estamos al aire libre ni hablamos de nuestro futuro. Hablamos de lo que cada una ha hecho hoy, de la situación actual y de la familia. Ayer Italia, China… quizás nos pillaban lejos, nos resultaba difícil empatizar. En la actualidad, entendemos que podemos tener diferentes culturas, verlo con otros ojos cuando viajamos, pero que a fin de cuentas somos humanos, y todo lo que se relacione con lo humano es como si fuera nuestro. Ante este sentimiento lo único que queda es la cooperación y la unión mundial, así que… ¿Reseteamos juntos?

© ILUSTRACIÓN DE CABECERA: CARLOS GARCÍA RUBIO (Alegoría sobre el renacer, técnica lápiz y colores sobre papel Canson)

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