Saltear al contenido principal
penedes gallo

El gall i la gallina

estaven al balcó,

La gallina s’adormia

i el gall li fa un petó.

-Dolent, més que dolent!

Què dirà la gent?

-Que diguin el que vulguin 

que jo ja estic content!*

(El gallo y la gallina

Estaban en el balcón

la gallina se dormía

y el gallo la besó

– ¡Malo, más que malo!

¿Qué dirá la gente?

– Que digan lo que quieran

que yo ya estoy contento)

*Canción infantil popular catalana.


Así de feliz iba yo cantando por las calles de Vilafranca del Penedès en una mañana de domingo, sin saber qué futuro me depararía la jornada. Horas previas había estado acicalándome las plumas y limando mi pico para estar visible ante la cantidad de público que vendría a verme a la feria.

Pero antes de llegar a mi cita principal, el día anterior me había levantado con ganas de disfrutar un poco de las calles del municipio de la comarca del Penedès. Siempre ahí encerrado en el corral sin ver mundo, «hay que poner remedio a esta situación», me decía siempre. Así que sin que nadie se diera cuenta, tiré de un gancho y pude abrir la jaula para escapar. Nada más salir, quedé con una vieja amiga virtual, Roser, de Gust a Terra, que justo me comentó que acababa de crear su empresa para mostrar en varias rutas los lugares más curiosos y anecdóticos del municipio.

Nos encontramos en la Rambla de Sant Francesc y nos costó un poco reconocernos, sólo habíamos hablado por email antes del encuentro y estábamos a punto de desvirtualizarnos. Moderno que es uno con esto de las redes, ¡oye! Ambos conectamos al momento, aunque si os soy sincero, hasta me sorprendió la cantidad de cosas que teníamos en común pese a proceder de lugares tan distintos. Tanto sintonizamos que después de la ruta acabamos tomando unas copas en un bar cercano. Fatal para mi plumaje que al día siguiente debería estar radiante… pero no todo se puede controlar en esta vida, bastante me controla mi dueño con el pienso (ecológico, eso sí).

No nos despistemos. Roser se conoce Vilafranca muy bien y se define como una «cuentista», pese a que sus argumentos están basados en fuentes históricas. Modesta que es ella. La ruta propuesta comenzó con la historia de la comarca ligada a la vía Augusta, una fuente de comercio para la zona, y después con la sucesión de varias calles y rincones en donde descubrí historias relacionadas con los castellers (muy reputados los de Vilafranca), con las famosas cavas de la comarca y el mercado de la carne, con una de las calles más estrechas de la localidad y hecha para que cupiera sólo un ataúd… y un sin fin de lugares pero que rompería la magia si todos os los cuento aquí.

gallo penedes

Como os comentaba, la tarde la terminamos en un bar filosofando sobre la vida y el destino, pero antes de todo eso, y sabiendo ella cuál iba a ser mi fin el día siguiente, me llevó al Xerigots. Un espacio gastronómico en donde hacer un maridaje de vinos y de quesos. Un xarel·lo, vino blanco, toda un garantía, vino tinto, unos quesos brie de vaca, un gorgonzola con cava gran reserva… todo para saborear en la boca y entender que según qué vino sea así sabrá el queso y viceversa, y que la copa también influye en el sabor del vino. Lo que me estaba perdiendo todos estos años encerrado en la granja. ¡Esto es vida!

Y claro, entre tanto cava y vino… pues así terminé la noche, cantando y saboreando sin saber el poco tiempo que me quedaba.

El gall i la gallina

Estaven al balcó,

La gallina s’adormia

i el gall li fa un petó (…)

El domingo no recuerdo ni dónde amanecí, lo que sí tengo imagen es de un niño que se acercó y me puso su chupete en el pico. ¿Perdona? pero ¿qué me han visto a mí cara de bebé? Alrededor tenía a unos compatriotas como yo, pero más grandes y con piernas de humano, bailando a ritmo de grallas y recogiendo los chupetes de todos los niños pequeños que ya no los usarían jamás.

Desconcertado me dirigí al lugar de donde me había escapado el día anterior. Parecía una sitio importante por la cantidad de gente que había. En el camino vi en un cartel que lo que se celebraba la Fira del Gall (la feria del Gallo) datada de 1664. Ahora entendía un poco más qué hacía allí durante los meses que llevaba de vida. Mi dueño, bastante enfadado, me agarró y me metió en la jaula. En el espacio habilitado que teníamos pasaba mucha gente con sus móviles haciendo fotos, así, de cualquier manera, sin preguntarme si quería o no salir en sus instantáneas de redes sociales. Cero consideración y poco #viajarsincolonizar. Oía de fondo «mira, el Gallo del Penedès» cuando me fotografiaban. Así que deprisa puse en orden todo mi plumaje para conseguir ser el número uno de la feria de ese año, pero la competencia era atroz y las copas del día anterior no perdonaron. En un momento pensé, «con lo que has vivido ayer, qué sentido tiene seguir aquí y no descubrir todo lo que hay ahí fuera». Y sin pensarlo mucho, me escapé.

Quería explorar, ver el mundo, conocer otros gallos como yo. Conseguí salir de Vilafranca. Corrí tan rápido como si volase y en menos que canta un gallo llegué hasta un castillo de nombre Sant Martí Sarroca, a unos 10 km. Una iglesia románica con un castillo en lo alto de un cerro donde se vislumbraba todo el paisaje. Me sentí como el rey del mundo viendo toda la explanada con lugares como la finca Viladellops y el pequeño pueblo de Moja, pero el hambre no perdonaba, y una de las cosas buenas de estar encerrado es que tenía alimento todos los días. Intenté comer en diferentes lugares, pero en esta zona cuando ven a un gallo lo que quieren es…

Abajo, unos kilómetros más por la carretera que había venido, vi un restaurante casero. Sant Jordi Ca La Katy «hacemos calçots», rezaba un cartel en la puerta, y pensé que se comería vegetariano. He de decir que me miraron raro, como salido de otro mundo, pero muy digno me senté para degustar los vegetales. Un señor de la mesa de al lado me miraba mucho, hasta que se acercó y me comentó que quizás podría pedir la especialidad de la casa. «Venga, un buen explorador debe probar de todo», me dije. De primero un xató del Penedès (escarola, anchoas, olivas, bacalao, salsa romesco…), muy bueno. Y el segundo tardaba en llegar. El hombre me preguntó si podría acercarme a la cocina para ver cómo elaboraban el plato. Yo, como buen viajero, agarré mi plumaje y me planté en medio de los fogones, pero cuando quise darme cuenta estaba con media pata metida en la cazuela. Peleé como me enseñó mi padre, sorteé el momento con dignidad como me mostró mi madre, y me planté ante ellos. Grité «¡a mí no me cocina nadie, he nacido para explorar!», y cogiendo todas mis plumas al unísono escapé de allí. Afuera un letrero que al entrar no vi: «especialidad pato criollo con ciruelas y Gallo del Penedès a la cazuela con castañas». No podía quedarme de brazos cruzados, así que entendí que era el momento de salvar a los míos.

gallo penedes

Hoy escribo estas palabras después de varios meses de expedición por la zona, de aventuras y me siento vivo. Ya somos una asociación de gallos rebelados y hemos conseguido hacernos más fuertes, aunque se augura que de aquí a diciembre (la próxima feria) quizás tengamos cambios. No podemos luchar contra una tradición de varios siglos, pero lo intentaremos hasta el final. Alea iacta est (la suerte está echada.)

© ILUSTRACIONES: CARLOS GARCÍA RUBIO

AGRADECIMIENTOS:

Basado en el viaje realizado a Villafranca del Penedès durante la Fira del Gall (diciembre), donde la agencia de enoturismo Penedes Lovers organizó el encuentro junto a estas empresas que proporcionaron todo lo necesario para la realización de esta crónica en formato cuento:

Esta entrada tiene 0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver arriba
Buscar